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DominicanaModa y yo

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DominicanaModa y yo

Soy una mujer afortunada. He tenido la oportunidad y el privilegio de conocer gente maravillosa y participar en proyectos y programas que transforman individuos y sociedades. Uno de esos proyectos inició en el 2006 de la mano de tres grandes dominicanos, cuya visión del talento criollo, de la moda y del negocio, superaban los límites locales y las innumerables trabas que han tenido que sortear a lo largo de más de una década de esfuerzos, retos y éxitos.

Recuerdo como ahora la primera edición de DominicanaModa dentro de las actividades para celebrar los 50 años del emblemático Hotel El Embajador. Para ese entonces me desempeñaba como Encargada de Banquetes y de la mano con Sócrates McKinney, Mirka Morales y Fidel López, y el apoyo de la gerencia de entonces, vimos nacer un evento que hoy es Marca País, plataforma de lanzamiento de diseñadores y modelos emergentes y el espacio de consagración de otros que han apostado a la creatividad y la constancia. Junto a ellos y detrás de la pasarela, docenas de maquillistas, peinadores, estilistas, personal técnico y de apoyo.

Entre año y año, asistía como público y disfrutaba del singular ambiente que se da en estos desfiles. Muchas veces había más moda en las gradas que en las pasarelas y, en otros casos, el embeleso era la reacción natural ante verdaderas obras de arte que parecían flotar delante de los ojos.

En una ocasión, trabajando fuera del ámbito hotelero, Sócrates me llama y me pide que me integre ese año en la parte de Protocolo, un área fundamental para el correcto desenvolvimiento de un evento de estas características. Para que tengan una idea, el protocolo de Dominicana Moda dispone de media hora para ubicar en sus asientos a cientos de personas antes del inicio de cada show, sacar a la gente ordenadamente cuando finaliza, preparar la sala entre desfiles y repetir el proceso completo cada dos horas aproximadamente.

Cualquiera diría que eso no tiene ciencia... hasta que toca acomodar la zona VIP. Me consta que, si dependiera de los organizadores, la primera fila tuviera la extensión del malecón de Santo Domingo, pero no siempre se puede. Hay asientos pre-asignados para patrocinadores, para invitados del diseñador de turno, para invitados especiales y para la gente que los compra. Hay secciones destinadas a prensa local y extrajera, debidamente acreditada. Es todo un esquema que toma meses de preparación.

Por eso causa tanta extrañeza que una persona que sabe que no está en ninguna de las categorías anteriores, insista en sentarse donde no le corresponde corriendo el riesgo de que lo levanten delante de todo el mundo.

Docenas de veces me tocó acercarme a ciertos individuos, vestidos como para una audiencia con la Reina de Inglaterra y solicitarles su boleto “para verificar que estuvieran en el asiento correcto”. Cuando se les explicaba “el error”, en la mayoría de las ocasiones la gente se levantaba, se disculpaba y preguntaba con humildad dónde podían ubicarse y con gusto se acomodaban.

Pero había otros que, a falta del boleto que probara su legítimo derecho a sentarse por los próximos 20 minutos en esa silla, recurrían a su gesto más prepotente y altanero para preguntar... pero, ¿usted no sabe quién soy yo? La cara de vergüenza del individuo cuando terminaba con su tratamiento de Ubicatex 500 miligramos era un poema.

Hoy, cuando se cierra el telón de la edición Nº 12 de DominicanaModa, mi reconocimiento sincero a la visión de esos tres mosqueteros que a sangre y fuego nos ofrecen cada año un evento de clase mundial. ¡Sí se puede! ¡La moda dominicana puede!

Ilustración: Ramón L. Sandoval