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El hilo virtuoso de la gratitud

Dios obra de modos tan misteriosos que a veces, solo a veces, nos toma más de 70 años entender los porqués

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El hilo virtuoso de la gratitud
La gratitud es un arma poderosa. (Ilustración: Luiggy Morales)

Corría el año 1939, cuando el barco Grande Bretagne salió rumbo hacia Santo Domingo desde Francia. Entre los pasajeros había una familia judía, húngara, que huía de la represión y de la guerra que devastaba gran parte de Europa.

Atracaron aquí, en Santo Domingo, en plena era de Trujillo. Padre, madre, cuatro hijos, literalmente sin nada, para iniciar de cero en una nueva tierra. Este país fue el único que abrió fronteras para los judíos que huían de la persecución nazi tras la fallida conferencia en Evian. Superada la malaria que casi lo mata, el padre se dedicó a muchas cosas para levantar su familia, entre ellas a editar un periódico, “Diario Sábado”, en varios idiomas, y de paso convertirse en el primer rabino y fundar la primera sinagoga.

Ese señor de nombre Philip Steinmetz vivió algunos años más aquí. Su hijo mayor, Efry, que había llegado con él apenas un niño, emigró con unos 17 años a Venezuela, donde se convirtió en un próspero empresario. Nunca olvidó que en medio de la devastación y la guerra, un país abrió puertas para ellos y les ofreció la posibilidad de un futuro y de una esperanza. Nunca olvidó que nadie nunca cuestionó su fe, ni se burlaron de sus creencias o le impidieron manifestarlas. Les pidió a sus hijos y sus nietos que jamás olvidaran esta historia.

Hace unos 13 años, el Dr. Anthony Davidson, en ese entonces Decano de la Universidad de Nueva York (NYU), invitado por la empresa Cronos Consulting, trajo a este país un programa académico avalado por esa prestigiosa academia de fama mundial. Un grupo de unos 20 profesionales, entre ellos mi hermana Miguelina y yo, fuimos de los afortunados en completarlo.

La motivación del Dr. Davidson, al margen de lo novedoso de la oportunidad, era conocer la República Dominicana y ver con sus propios ojos la tierra que el bisabuelo de sus hijos tanto amó. Tras esa primera cosecha con NYU, el Dr. Davidson ha regresado muchas veces y con varias universidades a ofrecer docenas de becas académicas de altísimo nivel a través del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, Mescyt.

Me consta que cada vez que tiene la oportunidad, el Dr. Davidson cuenta la historia de que su familia existe porque los dominicanos, en medio de una férrea dictadura, le dieron una oportunidad de vida y que para ellos, ayudar y sembrar en este país es una deuda de gratitud que siempre tienen pendiente, aunque hayan pasado cuatro generaciones.

Conversé con el Dr. Davidson hace unos días. Vino a firmar un acuerdo de becas con otra prestigiosa universidad para seguir ayudando a este país a través de la educación. En esta ocasión vino acompañado de Benjamín, uno de sus hijos, para revisitar los lugares donde su suegro y sus hermanos vivieron en Santo Domingo. Este catedrático inglés, judío, radicado en los Estados Unidos hace muchos años, ha perdido la cuenta de las veces que ha viajado a la isla, cada día más enamorado de su gente, empeñado en ayudar.

Me cuenta que ha aprendido a reconocer la calidez y la alegría de los dominicanos a una cuadra de distancia y guarda entre sus mejores recuerdos que, hace pocos años, otro de sus hijos tuvo el privilegio de dirigir el servicio en la sinagoga de Santo Domingo, la misma que su bisabuelo, décadas atrás, ayudó a fundar.

En una época de tantas divisiones y de fanatismo religioso, los Davidson se sienten en casa en este país, tan aceptados y bienvenidos como Philip Steinmetz lo fue aquella vez, cuando atracó enfermo y con 200 dólares en el bolsillo como único patrimonio para comenzar de nuevo.

Los judíos no creen en las coincidencias. Para ellos Dios mueve los hilos de nuestro destino y todo forma parte de un plan divino. También tienen excelente memoria. Ni en sus sueños más alocados, Anthony Davidson pudo imaginar cómo su vida iba a ser impactada muchas décadas después por la decisión magnánima de un dictador y que esa deuda de gratitud lo iba a unir con hilos virtuosos a esta tierra que aprendió a querer y que nunca dejará de ayudar.

Muchas vidas fueron impactadas por Anthony Davidson y por sus clases en NYU. El impacto fue tan grande que muchos cambiamos de carrera, desarrollamos potencialidades y descubrimos nuestro verdadero llamado.

Dios obra de modos tan misteriosos que a veces, solo a veces, nos toma más de 70 años entender los porqués. La gratitud es un arma poderosa. En este caso, la gratitud que ha traspasado generaciones ha sido la llave que ha abierto puertas anchas de bendición para muchos dominicanos.

TEMAS -

Comunicación corporativa y relaciones internacionales. Amo la vida, mi familia y contar historias.