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En el mundo de Lucy

En el mundo de Lucy hay alegría, valores, bondad, espacio para la diversidad y para compartir en familia, como base de una sociedad que levanta buenas personas

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En el mundo de Lucy
Lucy Kantalari llena cualquier espacio con su energía, su sonrisa contagiosa y su pelo color púrpura. (ILUSTRACIÓN: LUIGGY MORALES)

Conocí a Lucy Kalantari en una de esas vueltas que da la vida, gracias a que la Asociación de Mocanos Residentes en Santo Domingo la invitó para reconocerla en el premio “Descendencia Mocana”. Corría el año 2019 y acababa de ganar su primer Grammy en la categoría “Mejor Álbum para Niños”. Ella estaba emocionada con la distinción, nosotros con su presencia.

Llenó el salón con su energía, su sonrisa contagiosa y su pelo color púrpura. Subió al escenario no solo a recibir su reconocimiento, sino a tocar y cantar, acompañada de un ukelele, algunas de las canciones de su disco premiado por la academia de grabación norteamericana. Al escucharla, entendimos la razón de su premio y el orgullo que sentimos por una dominicana llena de talento, subió hasta el techo.

Mi familia se encargó de recibirla y hacerla sentir en casa. A pesar de lo breve de su estancia en el país y para esa ocasión, forjamos una hermosa relación que aún perdura.

Nacida como Lucía Clara de Jesús Abreu, pasó buena parte de su infancia y adolescencia en Moca, estudiando en el Colegio femenino María Auxiliadora y tomando clases de solfeo con la profesora Olga frente al parque Cáceres. Su madre, intuyendo el talento, le compró un gran piano blanco que aún conserva.

Recuerda con alegría que su cabeza siempre estuvo llena de música y canciones. Fue una niñez feliz, en un pueblo llano, con gente buena. Con apenas 14 años, formó su primera banda llamada “Teen Rock” con unas compañeras del colegio de las monjas con las que tuvo oportunidad de hacer algunas presentaciones en el pueblo, una de ellas “a casa llena”, en el estado de pelota.

Eso fue la base para lo que vino después. Estudió y se graduó de composición musical en los Estados Unidos, e inició una carrera en la música con todos los avatares que eso acarrea. Fue parte de varias bandas, con diferentes tipos de música, pero no encontraba “su” sonido. Había una parte de su interior que aun quería cantar algo propio y diferente.

Cuando nace su hijo Darius, se integró a un grupo de mujeres compositoras en el que se compromete a componer y a grabar una canción por semana. A pesar del trabajo que eso suponía con un bebé de semanas en brazos, se reencontró con el hábito de componer y su amor por la música renació. De ese experimento, y con el apoyo de su esposo, nació Pockets full of Joy, su primer álbum para la familia.

Al ver la reacción de su hijo a cada melodía, palpar la alegría de los padres cuando escuchaban sus canciones, algo resonó en su corazón: Lucy Kalantari, la artista, la madre y la esposa, había encontrado su sonido.

Un sonido muy propio con notas de alegría y acordes de comunidad y resiliencia, que es el fundamento de todo lo que hace. Un sonido de compromiso y responsabilidad para con los niños y los padres de esta generación, pensando en el futuro, soñando con un mundo más solidario, más empático, más inclusivo, en el que cada ser humano pueda desarrollar todas sus potencialidades.

Darius, que aprendió a amar la música desde el vientre, es parte de la banda de su madre, los Jazz Cats y desde los tres años toca el chelo. Es un músico consumado, con muchas tablas para su corta edad. Es el impulso que la motiva a seguir creando, componiendo y produciendo.

Su primer Grammy lo recibió en el 2019 con su disco “All the Sounds” como compositora y cantante. El segundo Grammy, en el 2021, como productora y arreglista del álbum “All the Ladies”, en el que muchas de las canciones hablan de empoderamiento para niñas y mujeres.

Hace poco salió su más reciente álbum “What kind of world?”, dirigido también a las familias, donde se asegura que sus raíces caribeñas estén siempre bien representadas. Los críticos especializados lo aman.

Esta semana comimos juntas. Vino a visitar a su madre en Moca, a reencontrarse con su pueblo, a empaparse del olor de campo que nunca ha olvidado, a enterrar sus pies en la negra tierra cibaeña. Sus raíces están en este país, donde inició una aventura de sonidos y sueños que la ha convertido en una referencia en los Estados Unidos, donde miles de personas cantan y bailan sus canciones.

En el mundo de Lucy hay alegría, valores, bondad, espacio para la diversidad y para compartir en familia, como base de una sociedad que levanta buenas personas.

Yo quiero ser parte de ese mundo. Y mientras redacto estas líneas, me doy cuenta de lo orgullosa que me siento al compartir nacionalidad, mocanidad y sueños contigo. Brindo por ti, Lucy.

TEMAS -

Comunicación corporativa y relaciones internacionales. Amo la vida, mi familia y contar historias.