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Oda (o casi) al empleado público

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Oda (o casi) al empleado público

Cuando ingresé a la administración pública, hace poco más de cuatro años, confieso que lo hice con pocas expectativas y muchos prejuicios. Era mi primera vez trabajando en el “gobierno”, y me seguían los mismos pensamientos de mucha gente que lo ve desde fuera: que se trabaja poco (cuando se hace) y se trabaja mal.

La realidad sobrepasó cualquier idea que tuviera sobre el asunto: no paré de trabajar, ni de aprender, ni de compartir experiencias humanas y profesionales con personas con una preparación técnica de clase mundial, comprometidos con elevar el nombre de nuestro país a lo más alto, localmente y en foros internacionales.

Y eso me ha hecho reflexionar acerca de los prejuicios que tenemos acerca de muchos temas de la administración pública, minimizando grandes y pequeños logros que hemos alcanzado como nación.

El primero de estos prejuicios tiene que ver con sentir vergüenza por ser empleado público o trabajar para el Estado. Ciertamente, y sin ánimo de ser “naive”, hay miles de “botellas” que sobrecargan el sistema y que, en buen derecho, no deberían existir. También hay otras formas de corrupción a muchos niveles, pero por cada uno de esos casos, existen miles de empleados que laboran con ahínco, integridad, profesionalidad y responsabilidad. Empleados que han hecho carrera dentro de sus instituciones, se han formado técnica y profesionalmente y levantado sus familias honradamente gracias a ese empleo público que muchos desprecian y critican.

El segundo bastión que se fue a pique es que en la administración pública “se trabaja poco”. Confieso con algo de vergüenza que he trabajado menos en algunos empleos privados. En esos años me vi saliendo tarde más veces de las que quiero recordar, dejando en la oficina a compañeros a quienes todavía les quedaban algunas horas más para avanzar en proyectos que no hubieran podido desarrollar en otros ámbitos para luego sentir, junto con ellos, un orgullo inmenso cuando éramos reconocidos local e internacionalmente por nuestra buena gestión.

¿Que hay poca preparación en la administración pública? ¡Mentira! Y cayó el tercero. Cada vez hay mayor nivel técnico y profesional en las empresas e instituciones del gobierno y cada vez existen mayores oportunidades de entrenamiento y formación dentro y fuera del país. Naturalmente depende mucho de la institución y su presupuesto, pero también depende del deseo de superación del empleado.

Es innegable que desde la administración pública se han realizado ingentes esfuerzos para adecentarla y modernizarla, pero persisten problemas de fondo que no se van a resolver por decretos, ni con buenas intenciones, pero doy fe y testimonio de que hay gente buena, muy buena, que hace una labor extraordinaria a pesar del estigma, de salarios que necesitan mejorarse y del poco reconocimiento.

Habiendo cumplido mi cuota y a mucha honra, regreso al sector privado satisfecha de haber puesto los talentos que Dios me dio al servicio del Estado. Fueron cuatro años de crecimiento, nuevos aprendizajes y alto nivel de compromiso de los que no me arrepiento ni un ápice.

Sin pretender convertir esto en una “oda”, sirvan estas líneas para reconocer a esos empleados públicos de todos los tiempos que han hecho de su servicio un apostolado, que sienten orgullo de su institución y que salen todos los días a trabajar por un mejor país. Su honrada y laboriosa contribución, por pequeña que sea o parezca a los ojos de terceros, fortalece y construye la Patria. ¿Y tú, que has hecho por RD estos días?

Ilustración: Ramón Sandoval

Comunicación corporativa y relaciones internacionales. Amo la vida, mi familia y contar historias.