Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
columnistas

Un nido casi vacío

Descubrí, hace mucho tiempo, que estar solo no es lo peor que le puede pasar a una persona

Expandir imagen
Un nido casi vacío
Ilustración: Ramón L. Sandoval

Hace unos días, mi hija mayor fue a visitar a su hermana menor, que estudia fuera del país. Se fue por poco más de una semana, dejándome el nido vacío.

Gedeón, su hermano canino, y yo la despedimos con alegría, deseándole buen viaje y el tesoro de grandes recuerdos, de momentos y aventuras que solo se viven entre hermanas. Pero Mariamelia regresará, por un tiempo al menos, hasta que sus sueños personales y profesionales la lleven a otro lugar.

Eso me hizo pensar. Conozco personas que le temen a quedarse solas (porque la soledad es otra cosa), más que el diablo a la cruz. Y es difícil para otras personas (como yo) entenderlo. Amo a mis hijas, a mi familia, a mis amigos, a mi mascota, pero también me amo. Y he construido, a base de alegrías, decisiones, decepciones, viajes, libros y desamores, una versión interesante de mí misma que disfruto muchísimo.

Descubrí, hace mucho tiempo, que estar solo no es lo peor que le puede pasar a una persona. Conozco de la soledad atroz rodeada de gente, y de jaulas de oro y abusos en matrimonios que tienen lugar en “las mejores familias de Gascue”. Tengo amigas que envidian en voz alta que yo no tenga pareja que aguantar. Honestamente, nunca he sabido qué decirles. Hay decisiones que solo deben tomarse, y pelear por su relación, con lo que implica de compromiso, perdonar, dejar pasar y seguir juntos, es una de ellas.

He visto familias destruirse porque falta amor y sobra egoísmo. He visto padres destruir a sus hijos porque nunca aprendieron a luchar y conquistar sus propios demonios, los han reflejado en ellos y han permitido situaciones que traerán heridas y consecuencias. A falta de correctivos y un serio trabajo interno, sus hijos lamentablemente, no lo harán mejor. Es un círculo vicioso que debe romperse.

El primer trabajo y el más difícil, es el de conocernos íntimamente. Venimos cargados de defectos, debilidades, miedos y vamos sumando más a medida que las decisiones personales y la interacción con otros nos van dejando huellas. Pero también hemos sido dotados de talentos, habilidades, fortalezas, que quizás no sean tan evidentes porque no hemos dedicado el tiempo a conocerlos, explotarlos y hacer que sumen a nuestro favor. El poder lidiar con unos y otros, aceptar e intentar cambiar lo malo y potenciar lo bueno, es la lucha diaria que nos hace mejores humanos.

El camino no es fácil, ni igual para todos, pero hay que andarlo. Cada paso que demos nos obliga a dejar atrás algunas culpas, a entender algunas decisiones, a aceptar a otros sin intentar cambiarlos, a conocernos a nosotros mismos. Cada quien a su ritmo, haciendo paradas técnicas, a veces acompañados, casi siempre solos, un paso a la vez. Lo bonito del camino es que no se acaba nunca. Para algunos es una buena noticia...

Debe ser la más hermosa experiencia llegar a ese nivel junto a un compañero que no le tema a su propio recorrido y que hayan podido realizar largos tramos juntos, conociéndose y aceptándose como individuos y como pareja.

Cuando mi nido quedó casi vacío, en preparación para cuando mis pichones alcen el vuelo para regresar en visitas esporádicas y con nietos (espero), descubrí que llevo varios kilómetros de mi camino personal recorridos, que mis conversaciones conmigo misma y con Dios son bastante productivas, que escuchar voces y reírse a carcajadas de chistes internos no son evidencia de un problema mental, sino de una aceptación que me ha costado sudor y lágrimas y, finalmente, que disfruto muchísimo con mi propia compañía.

En lo que sigo caminando, voy reacomodando el nido, sabiendo que mis hijas conocen su identidad y mi dirección permanente. Y, cómo no, haciendo espacio para las bendiciones que me faltan por vivir.

Comunicación corporativa y relaciones internacionales. Amo la vida, mi familia y contar historias.