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Valentines en olla

Quién sabe si esta fecha se convertirá en una prueba superada para su relación

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Valentines en olla

Me atrevo a apostar un pastelito de pollo que más de uno quisiera declararse ateo ante la pesadilla de encarar un próximo 14 de febrero sin el suficiente capital para quedar bien.

Quisiera poder consolarlos, pero lamentablemente es una fecha que permanece gracias a un enorme impulso comercial que no cesa a pesar del estado de su bolsillo y sus mejores intenciones. Pero los días pasan y no ha logrado saldar la tarjeta que bota humo desde el “Black Friday”, otra fecha que no estaba en el calendario hace unos pocos años atrás.

Por eso me atrevo a compartir la costumbre de una pareja de amigos, pareja de hace muchos años, que decidieron conscientemente salir de la trampa y regalarse “momentos de valor”. No crean que suena a excusa para no comprarse nada, es que francamente se cansaron de perfumes, carteras, flores y las interminables filas. Tienen claro que no necesitan fechas especiales para regalarse, pero se dieron cuenta que les hacía falta tiempo de calidad y tomaron el “santo por los cuernos” y sacar lo mejor de la fecha.

Entre el trabajo, los hijos, las deudas y los compromisos, el único momento en que se ven cara a cara es cepillándose los dientes antes de salir corriendo para el colegio, dejando los detalles para enviar como mensajes de whatssap durante el día.

Por esa y muchas otras razones, mis amigos planifican su Valentín con mucho tiempo. Algunos años no hacen nada, literalmente. Se ponen de acuerdo, toman el día libre en sus respectivos trabajos, despachan a los muchachos para la escuela, despachan a la señora de la casa, desconectan los celulares y duermen abrazados hasta el mediodía.

Otras veces toman la tarde y se dedican a cocinarse el uno al otro. Después de varios carísimos fracasos, renunciaron a la idea de cenar en un lugar público. Ella aprovecha para estrenar receta, él aprovecha para demostrar que se acuerda de algunos trucos.

Me contaron que uno de esos años decidieron no gastar un chele y escribirse cartas de amor el uno al otro. ¿Melcochosamente romántico? Quizás, pero cada vez que recuerdan ese San Valentín se ríen con picardía y ella no puede evitar sonrojarse. Están casi seguros de que uno de los hijos es fruto de un plagio espantoso de Neruda que encendió la noche hasta el día de hoy.

Mis amigos me han demostrado que para disfrutar del “día del amor y la amistad” no se requiere mucho dinero, pero sí imaginación, algo de locura, pizca de romanticismo y absoluta complicidad. Ciertamente no todos están preparados para tanta madurez, por eso cada pareja es diferente.

Mi consejo para este San Valentín, si tiene pareja y quiere conservarla, es abordar el tema con sinceridad. Si no quiere salir a cenar, dígalo. Si no tiene dinero para dos docenas de rosas sudamericanas y un mariachi, dígalo. Si está cansada de que le regalen perfumes que no va a usar, dígalo. Si no tiene un chele, dígalo. Quién sabe si esta fecha se convertirá en una prueba superada para su relación.

Créanme, le conviene saber cómo se maneja su pareja en periodos de estrés financiero antes de darse el sí, después todo le saldrá más caro...

Intenta recordar cuál ha sido tu mejor regalo de San Valentín. Posiblemente el que te saque la sonrisa y los colores no llegó con un lazo rojo en el tope. No sé, piénsalo... y comparte.

Ilustración: Ramón L. Sandoval

Comunicación corporativa y relaciones internacionales. Amo la vida, mi familia y contar historias.