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Vueltas en el aire

Después de casi año y medio sin viajar al exterior a causa del COVID-19, finalmente tomé impulso y aterricé en NY. No les niego que ha sido un viaje muy particular. Casi nada de lo que planifique resultó, pero estamos vivos.

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Vueltas en el aire
No tengo que describir el ambiente dentro de un avión lleno de dominicanos dando vueltas en el aire. (ILUSTRACIÓN: LUIGGY MORALES)

Unas cuantas semanas antes del viaje se comentaba con mucha intensidad el caso de una aerolínea, otrora de muy buena fama, a la que se le estaban cayendo los palitos con el público dominicano a causa de retrasos inexplicables, malos tratos, aparentes vejaciones a pasajeros y un largo etcétera. A pesar de todo lo anterior, y sin haber leído un tweet de disculpas por parte de la aerolínea, le dimos un voto de confianza y nos fuimos por ahí.

Nos registramos previamente, pagamos 41 dólares por una maleta y algo similar por la prueba del virus. Con todo lo anterior, llegamos al AILA dos horas y media antes. Al parecer habían dos vuelos saliendo a horas similares que se estaban registrando al mismo tiempo. Viendo aquel gentío, la actitud del personal del counter y el historial de retrasos de la aerolínea, me preparé mentalmente para lo que venía y no me equivoqué.

Con lo que no contaba era que, además de llegar tarde, tampoco iba a llegar a destino. Una tormenta inesperada sobre Newark impidió el aterrizaje, por lo que después de una hora de sobrevuelo y anticipando correctamente una posible situación de emergencia, enfilamos hacia el JFK.

No tengo que describir el ambiente dentro de un avión lleno de dominicanos dando vueltas en el aire, con la noticia del desvío y el posterior aterrizaje en un aeropuerto alterno. No podría decir quién estaba más aliviado por salir de ese problema: si el piloto, los pasajeros o los flight attendants, hartos hasta este punto de mandar a la gente a sentarse, a callar y a mantenerse tranquilos. De verdad que aplaudimos todos cuando finalmente se apagaron las turbinas.

Sin saber lo que iba a pasar después, nos permitieron bajar de la aeronave para hacer migración y aduanas. No sé cómo no colapsó la red inalámbrica del aeropuerto a este punto. Todo el que fue a Newark a buscar un pasajero se topó con la noticia de que debía devolverse. A esa hora y en esa urbe, el viaje tardaba cerca de dos horas y media. Lo que todo el mundo tenía claro era que era preferible regresar a pie y sin zapatos a su casa que volverse a montar en ese avión, si es que esa posibilidad existía.

De vuelta en las entrañas del Kennedy, con un vuelo que nadie esperaba, sucedían los retrasos y la falta de información. Se me partía el alma viendo esas familias con niños pequeños llorando desesperados o adultos mayores que simplemente no podían más.

En aduanas, después de una larga espera, tiraron las maletas. Y ese fue el término correcto. Las tiraron junto con las de otro vuelo hasta que la cinta transportadora no dio más de sí y comenzó a botar y romper maletas. ¿Ustedes quieren saber qué fue lo que más me sorprendió? La resignación en la cara y la actitud de la mayoría de las personas. Estábamos tan agradecidos de estar en tierra, que lo demás dejó de ser importante.

Estamos tan acostumbrados a coger lo que nos den, a estar en desventaja frente al sistema, que nos hemos olvidado de reclamar. Sin perder las formas, un pasajero de aerolínea, uno de carro público o un peatón, tienen derechos que deben ser garantizados. Ha pagado una tarifa, ha pagado impuestos y tiene derecho a recibir el producto o servicio que ha adquirido o una compensación adecuada a la falta, si no lo recibió. Y eso no es mala educación o ganas de molestar con J. Si no fuera porque a una reconocida comunicadora dominicana la bajaron escoltada de un avión por reclamar información -que también es su derecho- no hubiéramos reaccionado y exigido al órgano regulador que investigue y sancione.

Que no nos vengan con el chantaje de que vivimos del turismo y hay que aguantar callados. En aviación esto es un negocio para ambas partes. Si las rutas dominicanas no dejaran dinero, simplemente no volaran hacia acá con la frecuencia que lo hacen y cobrando, además, lo que les viene en gana sin ningún tipo de reparos o explicaciones amparados en acuerdos internacionales.

Ya va siendo hora de que entendamos que el que paga tiene derechos y el que calla, otorga.

TEMAS -

Comunicación corporativa y relaciones internacionales. Amo la vida, mi familia y contar historias.