10 para oír y cantar

Décima es la figura métrica favorita de Sabina, la rebelde, la más bella; la usó Jorge Drexler para su ‘Milonga del moro judío’, inspirada en el talento rimador de Chicho Sánchez Ferlosio. Diez es igual a divinidad en el fútbol: Maradona, Zico, Messi. Diez es la máxima calificación escolar en muchos países, el símbolo mundano de la perfección en muchos cuerpos [los veteranos recordamos a Bo Derek en la pantalla grande, coronada por ese número mágico] y los talentos que atesora [aunque al final acaban siendo once] el siervo abnegado en cierta parábola bíblica. En este cumpleaños estiloso, mi diez es cardinal y tramposo [diez más una] porque recopila un grupo de canciones que han mejorado mi vida. Hoy, en una época en la que encontrarlas es más fácil que nunca, me toca compartirlas con ustedes. Sin orden de preferencia, dejando que la cronología haga el trabajo... y guardando en el baúl 3,000 más. Las que siguen, sin embargo, son todas muescas en mi corazón.
“Crimen”, de Gustavo Cerati (2006)
Uno de los cantos de cisne del malogrado genio porteño. Es complicado elegir una sola de sus muchísimas rolas inolvidables, pero esta historia criminal cala hasta los huesos, y colecciona mantras excepcionales.
“Teardrop”, de José González (2007)
Muchos de ustedes conocerán la original, de Massive Attack. Maravillosa. Algunos también habrán oído la revisitación que hiciera este sueco de genes argentinos. Momento de confesión: he llorado oyéndola. De alegría.
“Youthless”, de Beck (2008)
El loco manso se marcó una canción digna de la medalla de oro olímpica, aunque no consta que compitiera en los Juegos de Pekín. De su genio cabe esperar cualquier cosa menos el aburrimiento: además, compone con el corazón.
“Red tide”, de Neko Case (2009)
El country tiene muchos caminos secundarios. A Neko Case le gusta patrullar los más sombríos, armada con su magnífica voz. En este caso le canta al peligro con la certeza de quien se sabe parte de la solución.
“High in the morning”, de Tom Petty & The Heartbreakers (2010)
El maestro saca lustre a cada uno de sus pasos. Aquí agarra la esencia del blues y la pasea por sus habituales caminos polvorientos, con la efectividad acostumbrada. No decepciona.
“Lava Love”, de Maika Makovski (2011)
Si la encuentran en algún cartel de festival próximo, vayan. Y prepárense. Esta española de sangre balcánica y corazón neoyorquino le desarmará a usted con el primer ronroneo gatuno. Prometido.

“Hot knife”, de Fiona Apple (2012)
Voz blanca de alma negra, mujer enorme en cuerpo chiquito, talento descomunal que no sigue ningún patrón. Hagan una prueba con esta canción: póngansela a la abuela primero y a la nieta después. Luego van ustedes.
“My god is the sun”, de Queens of the stone age (2013)
La banda de Josh Homme tiene un truco: conferir a guitarras, bajo y batería la capacidad de llorar, reír y aullar. Esta canción transporta al oyente por la galaxia, en dirección al sol. Sin miedo.
“Escalador”, de Calavera (2014)
La música y la letra hermanadas en un mismo tejido emotivo. El joven grupo español no ha hecho crossover: es cuestión de que ustedes –y muchos otros– lo descubran. Esta es una hermosa canción para empezar el romance.
“1959”, de Mula (2015)
Tambora y güira, beats y dulzura, máquinas domesticadas. Rachel, Anabel y Cristabel están dejando al mundo boquiabierto: Quisqueya exhibe su naturaleza ‘multitasking’ con estas tres muchachas de espectacular credo musical.
“No hay tanto pan”, de Silvia Pérez Cruz (2016)
La voz que me subyuga en estos días. No, la voz no, todo. La artista, que compone y arregla, que interpreta e improvisa, que cincela y desmembra y vuelve a armar el mecano con formas nuevas de alma vieja.
Pablo Ferrer
Pablo Ferrer