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¿Algún día se sabrá la verdad detrás del caso Cassez-Vallarta?

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 ¿Algún día se sabrá la verdad detrás del caso Cassez-Vallarta?
Jorge Volpi estuvo en el país a propósito de la promoción de su última novela, ganadora del premio Alfaguara 2018. (EDDY VITTINI )

La tarde de la entrevista, Jorge se encontraba hurgando entre los anaqueles de Librería Cuesta. Su libro, “Una novela criminal”, te da la bienvenida apenas cruzas la puerta de entrada. Tiene apenas dos días para promocionar su primera novela documental, y le noto un tanto cansado. Conversamos de política, del hecho real que inspiró esta obra merecedora del Premio Alfaguara 2018, de su fructífera carrera y de la Generación del Crack (buscar en nuestro portal web), que dice que murió con Ignacio Padilla, narrador que junto a él y otros cinco crearon este movimiento.

A propósito de que México estrena nuevo presidente, Manuel López Obrador, de quien hay opiniones encontradas: unos lo consideran una esperanza para su pueblo, otros que su discurso es populista. ¿Qué opinión le merece a usted?

Creo que el triunfo de López Obrador era lógico en las elecciones. El país ha tenido infinitos problemas en las dos administraciones anteriores. Un país devastado por la guerra contra el narcotráfico, por la violencia y por la corrupción. Entonces era natural buscarse una opción nueva y por eso el triunfo, que yo creo que hay que celebrar, de López Obrador. Desde toda esta etapa que fue del interregno entre que ganó la elección y asumió apenas ayer, anunció muchísimas medidas y nombramientos ahora en su discurso pues son 100 promesas distintas. Creo que hay muchos elementos valiosos que en efecto hablan de un cambio de cómo se hace política en México en muchos sentidos, que yo creo y espero que sean para el bien del país, y hay también algunos puntos que son preocupantes, como el de la guardia nacional.

¿Es lo único preocupante?

Sí, tal como él la está planteando que es bajo mando militar, porque eso significa mantener la militarización del país que comenzaron Calderón y Peña.

No sé, pero me da un gusto a Chávez su discurso. ¿No le parece?

La verdad es que eso muchas veces se nota desde fuera, pero desde dentro yo no veo nada que lo emparente con Chávez. López Obrador es alguien muy formado en la historia y en la retórica de México. Por supuesto que puede tener lados autoritarios que han sido a veces inquietantes, pero no se parece en absoluto, yo creo que ningún otro presidente latinoamericano, digamos de la izquierda latinoamericana, que hemos llamado populista, ni Chávez, ni Correa, son tradiciones que tengan nada que ver con López Obrador ni con su formación. Lo que creo es que él está queriendo una especie de regreso a una época de México.

¿Recuperarla?

Digamos que recuperar una época anterior, lo cual puede ser peligroso, pero creo que no se parece a ninguno de estos líderes de la izquierda latinoamericana.

Estamos frente a una novela documental, un contenido literario construido con la ayuda de técnicas periodísticas. Al leer “novela”, las personas pueden pensar en ficción. ¿Dónde debe tener cuidado el lector con lo que es ficción o con lo que es realidad? A propósito de que se trata de una historia conocida.

Esta es una novela documental en el sentido de que todo lo que se cuenta, todo, está basado en los hechos, en una fuente confiable, en el expediente, en declaraciones de los participantes o en investigaciones periodísticas anteriores. Es decir, nada en el libro es producto de la imaginación, salvo muy pocas ocasiones en donde cuando hay una laguna en el caso me permito imaginar qué podría haber ocurrido, pero ahí lo digo claramente. Pero el lector siempre debe estar consciente de que lo que está leyendo es una historia basada en hechos reales. Simplemente la construcción del libro es como si fuera una novela, pero es todo un trabajo periodístico lo que la sustenta.

¿Ha querido hacer justicia con esta novela, la que no hizo la autoridad y tampoco pudo hacer el periodismo?

Más que hacer justicia, porque un escritor no puede hacer justicia, intenté encontrar la verdad, que también debió haberlo hecho la autoridad. Y tampoco encontré la verdad, a fin de cuentas, sino la manera como las autoridades, policía, jueces, ministerios públicos y el poder, destruyeron la verdad para que no pudiera saberse.

Contó que unos amigos le dijeron, en una primera revisión, que esta novela era “imposible de leer” y eso lo obligó a reescribirla, ¿dónde estaba la traba?

Es que la primera versión, que era distinta, tenía 800 páginas en donde mi modelo era más bien “A sangre fría”; quería que aparecieran solo los hechos en tercera persona, y que fuera el propio lector el que se adentrase en el expediente como yo lo había hecho. Esa era la versión que les di a leer y que se encontraron ilegible.

¿Qué hizo?

Reescribirla por completo. Eso se convirtió finalmente en el material que reescribí, ya tratando de darle una forma completamente novelística; me introduje como narrador, que eso cambia mucho. Le eliminé 300 páginas, le di un ritmo distinto, me permití más cambios estructurales y juegos propios más de la novela que de un reportaje para darle esta forma que creo que es la más atractiva para el lector.

¿Qué hace diferente a “Una novela criminal” de sus demás escritos?

Pues es la primera vez que hago una novela sin ficción, una novela documental, de hechos reales. Y es muy distinto. Cada paso que uno sigue es muy diferente. En la novela uno se imagina cosas: cómo era el escenario, cómo iba vestida la gente, lo que pensaban los personajes. Aquí todo esto era imposible. Solo podía basarme en las fotografías o los videos para saber cómo era el escenario, o en datos claros para saber cómo estaba vestida la gente en ese momento. O solo poner aquello que los personajes me decían que pensaron cuando estaba hablando de lo que pensaban, no lo que yo podría imaginar que pensaban.

"El escritor es muy voraz, va robando historias de todos lados y luego alguna de esas empieza a cristalizar en la imaginación y se vuelve lo que uno quiere escribir. "Jorge VolpiEscritor

¿Qué tiempo le tomó realizar toda esta investigación?

Tres años.

¿Y los desafíos?

Seleccionar los materiales posibles para contar la historia y qué dejar fuera, sobre todo cuando era tanta la documentación.

Conforme vas leyendo el libro, descubres que la realidad de este caso no era el que creías. Cuando se encuentra usted con esa verdad, ¿cómo se siente?

Yo conforme iba escribiendo el libro, y también cada vez que tengo que hablar de él, me voy enojando y me voy indignando más. Y eso me fue pasando con la escritura. Al inicio no pensaba que esta novela sería de denuncia del sistema de justicia en México y terminó convirtiéndose también en eso, inevitablemente, por cómo iba encontrando las cosas.

Cómo lograr contar historias, tan duras y crueles, como estas o “Las Elegidas”, por ejemplo.

Meterse en estos temas siempre es muy duro. Uno tiene que estremecerse, enojarse, indignarse, conmoverse, porque si no, eso no queda luego en el texto.

Escribió “Exámen de mi padre”, como un duelo por la muerte de su padre, “un luto literario”. ¿Se convierte la escritura en una catarsis? Sí, la escritura es catártica. También es un acto de autoconocimiento. Me ha servido... Nunca he tenido que ir a psicoanálisis ni a terapias precisamente porque también escribo libros.

¿Se considera un autor de denuncia?

Pues no, nunca me pensé así. Creo que la realidad de este caso me llevó a escribir una novela que también es una novela de denuncia, además de ser una novela policíaca, negra, de hechos reales. Cuando escribo, en cambio, mis columnas de opinión... ahí sí.

Es cierto que la Generación del Crack, a la que usted pertenece, tenía cierta tirantes con la Generación del Boom.

Lo tirantes era, no con el boom. Nosotros admirábamos muchísimo a sus precursores, sobre todo a García Márquez. Pero en esa época, hace veinte tantos años, estábamos en contra de que hubiera una obligación de imitar a García Márquez porque si no, nadie te hace caso. O sea, la obligación del escritor latinoamericano de ser exótico. García Márquez y nos sigue pareciendo una obra maestra, impresionante lo que hizo. Pero fue tan poderoso que de pronto era como si todo el mundo tuviera que imitarlo y como si el realismo mágico fuera una especie de sinónimo de América Latina. Si escribe o no de América Latina, tiene que ser realismo mágico. Porque eso era lo que pedía el mercado editorial en ese momento.

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