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Buena vida

Burbuja residencial en el Polígono Central

Como aquí, cuando la moda entra en casa, los resultados no se hacen esperar y se ponen en evidencia.

Si el sustantivo “diseño” se hace acompañar de la preposición “de” y esta, a su vez, de las palabras “artes gráficas”, “moda” e “interiores”, sin proponérnoslo, estamos refiriéndonos a las diversas áreas profesionales en las se ha desempeñado Jorge Brown durante toda su vida. Para él: “Lo chulo del diseño es que puedes crear tu propia burbuja”.

Ahora, Brown se encuentra en su faceta de interiorista, y a través de la firma de diseño que lleva su nombre no solo está promoviendo una forma particular de diseñar los espacios, sino una manera de ayudar a sus clientes a desarrollar un estilo de vida diferente.

Es un seguidor furibundo de las tendencias y se define poseedor de un estilo “chic, contemporáneo y repleto de fusión”.  También le gusta lo glamoroso, pero sin rayar en la ostentación y le encanta, además, experimentar y tomarse riesgos, pues según apunta: “Es la única manera de lograr espacios totalmente únicos”.

Este adicto del diseño, que interpreta al cliente observando sus necesidades y gustos, trata de crear una “burbuja particular” en cada espacio, donde converjan los estilos del anfitrión y del diseñador.

Bajo una atmósfera diferente

En este apartamento capitaleño, lo único  que los clientes (un abogado soltero y su hija de nueve años) pidieron a Jorge Brown, fue que implementase los tonos azules y blancos en la mayor frecuencia posible.

 

Aquí, el creativo tuvo la entera libertad de propiciar un espacio que lograse sacar al anfitrión del rutinario ambiente de oficina y que contase con los debidos toques de femineidad necesarios tanto para el soltero, como para la pequeña de la casa.

Sin embargo, este “enamorado del interiorismo” nunca perdió de vista que las reglas debían primar dentro de este diseño, para lograr un toque de elegancia y frescura sin transgredir los límites del cliente; sin dudas, todo un reto para quien estaba encargado de crear una atmósfera diferente, dotándola de las personalidades de sus habitantes.

 

Aquí, al igual que en el resto de los proyectos de interiorismo en los que ha estado inmerso, Jorge Brown tendió a “crear un hogar y un espacio vivido, donde verdaderamente se interactuase” bajo el alegato de que es “incapaz de crear espacios tan limpios que no te permitan estar en ellos durante más de dos días”.

 

Pero a Brown no le costó, en absoluto, empatizar con el propietario de este inmueble de tres habitaciones (con sus respectivos baños), con un estudio y un comedor independientes, y provisto de un vestíbulo espectacular. Durante el periodo de planeación y ejecución del proyecto, el director de arte disfrutó al máximo el proceso al mantenerse en constante interacción y complicidad con el cliente.

Un surgimiento paulatino

“Las estancias fueron naciendo una a una”, afirma Brown, y al parecer esto sucedió en la medida en que se fue inspirando. La primera pieza que llegó a la infraestructura fue la mesa del comedor y, poco a poco, arribaron el resto de los muebles y detalles que, ante la  sorprendida –pero confiada- mirada del propietario, se fueron fusionando y encargando de propiciar una lectura espacial conjunta.

 

La primera impresión de este apartamento, su vestíbulo, es totalmente retro y conjuga las características: “diversión y masculinidad”. En esta área impera una fusión de formas y colores que se evidencian a través del empapelado, de los patrones, de los espejos orgánicos y geométricos, de la escultura en forma de caballo y de la mesa entramada en verde (diseñada por la firma de Jorge Brown). La paleta blanquiazul se aferra al requerimiento cromático del cliente, mientras que la repetición de los patrones y de las formas, tanto geométricas como orgánicas, se encargan de prodigar el dramatismo que impera en todas las áreas de la casa.

 

Precisamente, es el patrón y el color de la mesa, situada en el recibidor, la que antecede y refiere las miradas hacia la sala; el verde interconecta tanto con el tono, como con el diseño de los cojines, mientras que su entramado se corresponde también con las claves grecas que ribetean las cortinas.

En el espacio de estar, Jorge Brown quería evocar un ambiente alegre y confortable, que fuese capaz de exclamar por sí mismo: “¡Siéntate, acomódate e interactúa!”. De ese modo, esta sala procedió a ser dotada de un estilo barroco retomado y se formó con la composición de elementos puntuales, como la intrincada mesa de mármol, la alfombra con una superposición de elementos geométricos mezclados con repeticiones, el amplio sofá en forma de “L” y los contrastantes orejeros azules, junto a curiosos objetos de diseño que, aparentemente no se relacionan entre sí, pero que efectivamente guardan una vinculación recíproca.

“Debo recalcar que todo el mobiliario de este apartamento se adquirió en el país”, agrega el diseñador, y aunque por la sala de estar desfilaron hasta cinco mesas centrales, para Brown lo más importante era colocar justamente lo que el espacio ameritaba, “ni más ni menos”.

 

Ya en el estudio, contiguo a la sala, pero totalmente independiente de ésta, el director de arte decidió conferirle un aire de formalidad a este espacio que estaría destinado exclusivamente al ocio y la lectura por parte del anfitrión de la casa. Así, la coloración marrón y gris, retrotrayendo al blanco y al azul, así como el mobiliario, con características totalmente sobrias y masculinas, partieron de las actividades a desarrollar.

No obstante, no faltaron en este espacio esos detalles simpáticos y juguetones, que se sumaron al hilo conductor contemporáneo y chic imperante en el resto de áreas, pero sin dejar de diferenciarse de estas.

En el comedor, la línea a seguir fue la de tornarlo cálido y acogedor para los  familiares y amigos del propietario. “Aquí me incliné por los tonos pasteles, pues buscaba la sublimidad”, dice Brown. Y para complementar la selección cromática, diseñó dos muebles que colocó en lo que anteriormente eran unos nichos y dispuso, además, de una llamativa luminaria cenital, de unas suaves cortinas y de una mesa para ocho comensales, cuyo tope está fabricado a base de material de coco.

Si de habitaciones se trata, está la de la más joven de la casa, que tiende hacia lo francés provenzal romántico y que cuenta en su ambientación con diversas texturas y empapelados. Los colores son suaves y sus elementos exhiben un estilo barroco restaurado.

 

Para Brown, era sumamente importante diseñarle un espacio a una niña en crecimiento, donde se sintiese cómoda. “Ella me guió mucho. Tuvimos buena química desde el principio”, recuerda el diseñador.

Contraproducentemente, en el dormitorio del anfitrión no dominó el blanquiazul, sino una estancia creada por Brown para “prodigar paz y la relajación del cuerpo”. Fueron, precisamente, los detalles los que marcaron la diferencia. El cristal, la madera y el metal fueron los materlales claves; mientras que un área de desayuno y otra de descanso se encargaron de facilitar la comodidad de quien allí pernocta.

Cuando los seguidores de este creativo visitan el espacio y opinan: “¡Muy Jorge Brown!”, a él le surge la disyuntiva de si “¿será porque refleja bien mi estilo, y no se parece al de nadie?” o de si “¿será porque me he salido de los cánones al atreverme demasiado?”. Sea como sea, los dueños de este apartamento están de pláceme, y solo saben que se mudarán cuando Jorge Brown les mande a preparar una cena inaugural y les dejé la nevera surtida –como ya es su costumbre al entregar cada uno de sus nuevos proyectos-.

@olgaagustin