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Historias de una chancleta voladora

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Historias de una chancleta voladora

En Estilos nos propusimos recolectar anécdotas de uno de los momentos más memorables en la relación madre-hijos: el boche, la pela, el castigo o como ustedes prefieran recordarlo. Estos son algunos de los testimonios con los que de seguro muchos se sentirán identificados.

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Frank Ceara y Altagracia Tejera. (FUENTE EXTERNA)

Frank Ceara y Altagracia Tejera

“Cuando tenía 5 años, estaba jugando en casa de unos amiguitos y me encontré 50 centavos en el piso del patio. En vez de preguntar de quién eran, me los guardé. Cuando llegué a mi casa le conté a mi mamá. Después de darme una pela, me llevó a casa de mis amiguitos a devolver el dinero. Ya te imaginas la vergüenza que sentí cuando la mamá de mis amiguitos le dijo a mi mamá: “pero si él se los encontró son de él”. A lo que mi mamá contestó: “mis hijos tienen que asegurarse de que ese dinero le pertenezca a alguien y si no, venir a preguntarme a mí”. Gracias a Dios sólo me amenazó, pero jamás se me ocurriría tomar ni un alfiler que no sea mío. Eso debieron habérselo hecho a algunos políticos”.

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Héctor Then y Fedra Almonte. (FUENTE EXTERNA)

Héctor Then y Fedra Almonte

“Bueno, haciendo una investigación exhaustiva, incluso hablando con mi hermano (solamente tengo un hermano mayor), en el caso de él lo único que se acuerda fue una cortada de ojos que mami le dio una vez, y de mí, nada. Las pocas veces que he visto a mami de mal humor generalmente ha sido con mi papá, pero con nosotros no. O sea, mami es un ser súper especial, siempre abierta para hablar, para escuchar, dar un consejo y tratar de buscarle la solución a algo. Una gente súper positiva. ¿Un boche como tal? No, no sé. Si fuera de mi abuela, sí, ahí sí hay muchos boches y malas palabras, pero de mami no”.

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Paula Ferry y Yanira Ferry. (FUENTE EXTERNA)

Paula Ferry y Yanira Ferry

“Siempre hemos tenido una buena relación. No recuerdo a mi mamá dándome un boche, sino que ella me decía: “si yo fuera tú, haría esto” y me daba la libertad de tomar mi decisión. Si a veces tomaba la decisión incorrecta, la tomaba, pero era mi decisión, no era la decisión que ella me decía. Siempre estuvo ahí para apoyarme y encaminarme a como seguir adelante. Sí recuerdo una vez que le contesté a mi mamá y ella me jaló el cabello tan duro que yo pensaba que me iba a quedar calva. Ahora me río, pero aprendí mi lección. Era bien jovencita, en esa etapa en la que uno cree que siempre tiene la razón, pero uno crece y se da cuenta de que ellos (nuestros padres) quieren lo mejor para nosotros y que, al final del día, vale la pena escucharlos”.

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Jatnna Tavárez y María Luisa Portillo Burell. (FUENTE EXTERNA)

Jatnna Tavárez y María Luisa Portillo Burell

“Pensándolo bien, mi mamá nunca nos puso la mano arriba, ni nos puso un castigo memorable, pero siempre nos corregía; nunca nos gritó. Tampoco escuché nunca una palabra descompuesta que viniera de su boca. La base de nuestra educación se la debemos a ella. Era tan mágica que nos corregía siempre con mucho amor y nos enseñó a razonar, nos explicaba las cosas. Nos mandaba a la habitación a reflexionar lo que hacíamos. Mi mamá era mucho con demasiado”.

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Jean Carlos Villanueva (El panda que anda) y Jessy Feria (FUENTE EXTERNA)

Jean Carlos Villanueva (El panda que anda) y Jessy Feria

“Una vez estaba jugando con mi prima Marie Jane tirándonos piedras, y como era de esperarse, mi prima salió averiada cuando le pegué una en la cabeza. Cuando fue donde mi mamá a quejarse llorando, ella tenía un bizcocho agarrado con las dos manos, entonces como no podía darme, me lanzó una patada estilo Power Ranger (risas). Este es un cuento famosísimo en mi familia”.

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Julietta Rodríguez y Julia Herrera. (FUENTE EXTERNA)

Julietta Rodríguez y Julia Herrera

“Desde que tengo 3 años he estudiado piano. Uno de mis primeros regalos del día de Reyes fue un pianito de cola pequeño. A mis padres le hacía mucha ilusión verme tocar y de hecho me iba bastante bien. A los 8 años representé a La Romana en un concurso que se celebró en el Teatro Nacional. Cuando cumplí 13 años decidí que no quería seguir tocando el piano y menos música clásica. Mami hizo todo lo que estuvo a su alcance para persuadirme de no abandonar la música, pero cual adolescente al fin, me negué rotundamente. Fue imposible. Hasta que mami decidió no insistir más. Ella duró molesta casi un año. Ahora está feliz de que sea actriz”.

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Susie Caraballo y Clara Caraballo

“Estaba de vacaciones en Barahona, en la casa de una tía abuela materna. Tenía terminantemente prohibido ir al río y cruzar la calle sola. Pero yo, que entonces tenía siete años, me creía ‘gente grande’ y pensé que podía hacerlo. Y lo hice. Para llegar al río tenía que cruzar la calle y al hacerlo, casi me chocan. En el río casi me ahogo. Mi hermano mayor que por suerte salió detrás de mí, fue mi salvador. Cuando los vecinos fueron a comentar ‘la hazaña’, mi madre me rellenó como un pastel en hojas. En ese mismo día a diferentes horas recibí dos tremendos boches y una pela. Como comprenderás jamás volví a cruzar una calle sin avisar y sola, y tampoco me atreví a bañarme sola en un río. De hecho, todavía no lo hago”.

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Enrique Quailey y Milagros Canario Solano. (FUENTE EXTERNA)

Enrique Quailey y Milagros Canario Solano

“En mi casa éramos cuatro hermanos, dos mayores y uno menor que yo. De todos, yo era el más malcriado. Una vez mi papá trajo de África un bastón con una serpiente tallada. Ese se convirtió en el objeto favorito de mi mamá para corregirnos. Ella, que Dios la tenga en gloria, nos daba en las pantorrillas cuando hacíamos cualquier travesura. Obviamente a mí me tocaban unos cuantos adicionales porque además de travieso, comenzaba a decir “a mí no me importa”, “a mí no me duele”. Ahí era que me daban más duro”. (En la foto, abuela, madre y Enrique)

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Madre y padre de Diomary. (FUENTE EXTERNA)

Diomary La Mala y Celeste Jiménez

“La única pela que me dieron fue cuando tenía cuatro años de edad y la recuerdo como ahora. Fue durante mi primer día de clases. Como única hembra, era una niña mimada. No estaba acostumbrada a que me dejaran sola y mucho menos en un lugar que no conozco. Ese día lloré muchísimo porque no quería que me dejaran. Mi mamá pensó que eran malcriadezas mías y ahí me dio mi pela. ¡Recuerdo hasta los zapatos que ella tenía puesto! Eran unas zapatillas doradas con unas mallitas de adorno. Fue la única pela porque después de ahí, cada vez que le veía una zapatilla, una correa o una ramita en la mano, ¡me mandaba a correr!”. (En la foto, madre y padre de Diomary)