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Los retos de la virtualidad para los niños con autismo

Cinco padres de niños con autismo nos cuentan cómo ha sido el último año lejos de las aulas para sus hijos y las medidas que han tenido que adoptar para hacer frente a esta nueva realidad

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Los retos de la virtualidad para los niños con autismo
Hoy es el Día Mundial de la Concienciación sobre el Autismo. (SHUTTERSTOCK)

Si para los niños neurotípicos adaptarse a la virtualidad ha sido difícil, más aún lo ha sido para los que se encuentran dentro del espectro autista. Hablamos de pequeños a los que, por lo general, les cuesta establecer nuevas rutinas y mantenerse todo el día frente a una pantalla, características que han hecho de la modalidad escolar a distancia todo un reto para ellos. Son sus propios padres quienes hoy, Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, nos cuentan cómo ha sido el último año lejos de las aulas para sus hijos y las medidas que han tenido que adoptar para hacer frente a esta nueva realidad.

Ruth Rodríguez (madre de Luis Daniel, de 4 años)

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“Mi hijo inició un programa adaptado a sus necesidades en enero de 2020. Con apenas dos meses de haber comenzado le tocó recibir el apoyo en la modalidad virtual a distancia. El apoyo en esa modalidad duró alrededor de dos meses y nos pareció bueno, primero porque la Fundación ‘Hablemos de Autismo’, que era la institución donde mi hijo recibía el apoyo, se preparó para esa modalidad. Una de las cosas que puedo resaltar de este proceso es que los contenidos eran adecuados al nivel de funcionamiento de mi hijo, el seguimiento era oportuno y su aprendizaje no tuvo ningún retroceso; al contrario, las habilidades adquiridas en la modalidad presencial se mantuvieron y pudo desarrollar más capacidades y mayor independencia cuando volvió a la modalidad presencial. La modalidad virtual para nuestra familia fue de beneficio porque pudimos conocer cómo mi hijo aprende, sus intereses académicos y reconocer sus habilidades, siendo la ayuda tan oportuna que la institución recomendó un centro educativo regular para continuar con su proceso académico”.

Marvin del Cid (padre de Raúl, de 8 años)

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“Cuando inició la pandemia, habíamos acordado que al regresar del trabajo, a eso de las 5:00 de la tarde, yo ayudaría al niño, conectándome por videoconferencia con la ‘maestra sombra’ (maestra particular que le acompaña a las clases). Ella nos iba ayudando con su proceso, ya que él estudia en un colegio tradicional. La verdad era sumamente complicado, porque llegaba cansado del trabajo y era difícil hacer que él prestara atención por su condición, pese a que está dentro del espectro autista de leve a moderado. Una vez empezó el siguiente año escolar, la mejor alternativa que encontramos para sobrellevar la virtualidad fue que la maestra sombra viniera a la casa todos los días, de 8:00 de la mañana a 12:30 del mediodía. Ella está con él asistiéndolo en las clases virtuales, pero lo ayuda físicamente con las tareas. Obviamente es un gasto que hemos tenido que asumir nosotros, aparte de la colegiatura. Al final es bastante costoso, pero hacemos el esfuerzo porque descubrimos que era la única forma de que él avanzara, y de hecho ha avanzado muchísimo”.

Yanely Gil (madre de Yanry, de 7 años)

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“Desde finales del año escolar pasado, cuando los profesores enviaban las clases por WhatsApp, mi pareja y yo acordamos que si la modalidad iba a ser virtual no íbamos a inscribir al niño, una decisión con la que su psicóloga estuvo de acuerdo. Y es que, de por sí el sistema presencial no está preparado para enseñar a estos niños, menos a través de la virtualidad. No estoy de acuerdo con la imposición del Gobierno de obligar a los niños a recibir clases virtuales. Durante ese tiempo que mi hijo ha estado fuera del colegio, nos hemos preocupado porque reciba terapia ocupacional, cognitiva y del desarrollo”.

Laura Guerrero (madre de Alonso, de 5 años)

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“Bajo la modalidad virtual, mi hijo duró apenas dos semanas. El niño abandonaba la tableta, se echaba a correr y cuando oía que le decíamos ‘ven, vamos a hablar con la profe’, lloraba y ni por ahí pasaba. La propia directora del colegio fue quien me sugirió que dejara de someter al niño a esa tortura, pues evidentemente no estaba aprendiendo nada. Al pasar un año ya de todo esto, y ver que siguen cerradas las escuelas, me lleno de rabia e impotencia. Los niños con autismo no pueden permanecer sentados en una silla en el colegio, haciendo actividades guiadas, ¡menos tomar clases a través de una pantalla! Para que haya equidad y respeto a las diferencias de pensamiento la postura debió haber sido: invitamos a quienes quieran llevar a sus hijos a la escuela de forma segura a que lo hagan, mientras que los que prefieran el esquema virtual, también pueden hacerlo. En una sociedad avanzada se toman en cuenta las excepciones, y los niños dentro del espectro autista son una excepción, por lo que deben ser incluidos también en el panorama educativo. Los niños con autismo están simplemente vacíos bajo la modalidad virtual”.

Yina Zapata (madre de Diego, de 5 años)

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“La escolaridad virtual para mi hijo no ha sido nada fácil. En vista de que tanto su padre como yo trabajamos, no podemos acompañarlo como deberíamos en sus clases, ya que por su edad y condición no puede tomarlas solo. En nuestro caso, tuvimos que pagar a una maestra para que nos ayudara. A nivel emocional, ha sido una experiencia muy frustrante y en lo económico, ni se diga; nos ha tocado incurrir en gastos para los que no estábamos preparados. En cuanto a su proceso de aprendizaje, entiendo que no ha avanzado lo que debería. Aunque en este tiempo ha aprendido a tomar dictados, a sumar y está aprendiendo a restar, todavía no sabe leer, cosa que sé que si estuviera en clases presenciales ya sabría, pues no es lo mismo tener a alguien que le enseñe en casa, que quizá no tiene la vocación y paciencia para ayudarlo, a que vaya al colegio”.

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