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¿Pagar para jugar?

El juego es una parte tan natural de las vidas de los niños, que distintos adultos cuestionan por qué deberían pagar para que sus hijos jueguen en el colegio, en clases extracurriculares o en terapia. Sin embargo, las expertas difieren y exponen su importancia

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¿Pagar para jugar?
¿Por qué debemos pagar para que nuestros hijos jueguen? Por muchas razones que aquí te contamos. (SHUTTERSTOCK)

Dos niños se encuentran en distintos lados de la calle, ocultados por la noche. Apenas se distinguen sus caritas cuando las acarician las luces de los vehículos. La niña se detiene en cada carro para pedir una limosna, mientras que el niño aprovecha para tratar de lavar los parabrisas de los conductores distraídos.

Cuando se encuentran ambos niños inicia la actividad más natural que ocurre entre dos pequeños que se unen. A pesar de la oscuridad, de los carros que aceleran y se detienen, y del peligro que los rodea, los niños empiezan a jugar. Se persiguen, se abrazan, la niña le quita la botellita llena de jabón y agua, y ambos ríen.

Con los niños, la inocencia sale a pasear en el ambiente más hostil. No se dan cuenta de que se encuentran en la boca de un lobo. Esto es más importante: están jugando. Es lo más natural.

Una actividad natural... y vital

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El juego en la etapa infantil es la actividad por excelencia para desarrollar las habilidades y competencias. (SHUTTERSTOCK)

Si estamos de acuerdo en que el juego es una actividad natural, entonces no es tan sorprendente escuchar la pregunta: “¿Para qué tengo que pagar para que mis hijos jueguen? Ya juegan en la casa y juegan -demasiado- en el colegio. Demasiado perder el tiempo”.

La educadora Margarita Heinsen expone que “el juego en la etapa infantil es la actividad por excelencia para aprender y desarrollar las habilidades y competencias. Todas las áreas y dimensiones del desarrollo se potencian con el juego, por lo que debe ser la estrategia fundamental empleada por los educadores y los padres. Aprendes mejor cuando estás involucrado e interactuando con otros, cuando hay una sensación de bienestar, cuando tus emociones están implicadas. Yo sufro cuando se usa el término ‘trabajar’ con los niños pequeñitos, como si ‘jugar’ fuera lo que puedes hacer luego de ‘trabajar’.

“Lamentablemente tenemos una concepción errada. En la etapa infantil el juego es la vía para aprender. Es la mejor forma. Y se da en todas las culturas y en todas las sociedades... incluso los animales juegan. Esto no lo quita nadie. Cuando voy por el campo, por ejemplo, me quedo observando; el niño busca con qué jugar, aunque sea un palito, una goma o una piedra. Es increíble. El juego es divertido, te permite crear, te otorga libertad.

Muchos padres dicen, ‘nada más van a jugar’... ‘¿Nada más van a jugar?’”.

El adulto en el juego

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El juego no es el acompañante del trabajo en el aula; es el principal modo de aprendizaje. (SHUTTERSTOCK)

Para la educadora Paola Peynado, “el juego es lo más importante en un centro de educación temprana, ya que el juego está integrado en el niño; es una expresión natural suya.. No tengo que motivarlo extrínsecamente para que juegue. Es algo natural y pienso que hay que aprovechar esa motivación para lograr nuestros objetivos en el aula.

“A través del juego es que los niños aprenden, socializan, desarrollan el lenguaje, toman decisiones, reconocen la causa y el efecto de sus acciones en su entorno, y resuelven problemas. El juego es la forma principal en la que un niño de edad temprana aprende. Por eso, en el aula debemos basar todo lo que hacemos en el juego.

“Si traes a un papá al aula y ve a los niños jugando, verá todo sencillo. Pero cada juego que preparamos -el simple hecho de poner una textura para que ellos exploren, de darles una cuchara para que saquen un hielo del agua, el trasvasar (sacar agua de un contenedor y echarla en otro lugar), patear una pelota y correr detrás de ella, situar elementos en espacios del mismo color- esas cosas que son ‘simples’ para una persona que no está en educación temprana, tienen un propósito.

De hecho, todo lo que hacemos en el aula tiene su propósito y está desarrollando algo en el niño. Por más sencillo que parezca, el juego siempre tiene un propósito. No hay ningún juego ‘sencillo’ en el aula”.

Más natural que la palabra

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Los adultos utilizan la simbología para resolver problemas; los niños también. (SHUTTERSTOCK)

Las psicólogas Lorena del Llano y Xiomara Encarnación imparten terapia de juego a niños en el Centro de Orientación Psicológica y Educativa (COPE). Del Llano realiza el juego centrado en el niño, mientras que Encarnación se enfoca en el juego guiado.

“La terapia de juego es un medio de expresión y de comunicación que permite que el niño transmita en tercera persona lo que siente, ya que no puede explicarlo desde su persona. A través del juego, puede manifestar con mucha claridad lo que está aconteciendo en su vida”, define Encarnación.

“Se le prepara el escenario para que salga y aflore todo lo que está viviendo. Por ejemplo, tuve una niña que era rechazada en el colegio por sus amiguitas. La niña se sentía desplazada y que sus decisiones no eran tomadas en cuenta a la hora de jugar. Entonces, le preparé el escenario con muñecas y cada una la representaba a ella y a sus amiguitas. No solamente busco que ponga de manifiesto lo que le está sucediendo, sino que buscamos la solución juntas, pero dentro del juego”.

Cuando los niños pasan de los 10 años, Encarnación escoge otros juegos acorde a las edades, como cartillas, rompecabezas, bloques, figuras, y actividades como el dibujo y la pintura. “Tenemos unas cartillas y utilizamos relojes de arena para asignar a los niños un tiempo para completar el juego. Si no lo logra, evalúo cómo maneja su nivel de frustración y de ira. Tuve un niño a quien le encantaba jugar beisbol, y hablamos de su situación mientras él tenía un bate y yo le tiraba la pelota. Ese juego le permitió hablar de su situación, a pesar de que venía con un mutismo y se rehusaba a hablar. Es mágico”.

Por otro lado, Del Llano plantea que los humanos pueden accesar sus emociones por medio de la palabra una vez alcanzan la adolescencia y la adultez, etapas en las que la palabra se vuelve simbólica y es utilizada como herramienta para procesar situaciones. Sin embargo, “los niños son concretos; piensan concretamente. No podemos usar el simbolismo de la palabra con el niño todavía. Aunque la palabra es importante, para llegar a la profundidad con niños pequeños, el juego es más efectivo que la palabra, ya que les permite expresarse con más profundidad sobre lo que están sintiendo.

“¿Cómo sé cómo se siente estar en el mundo de ese niño, vivir dentro de su piel?”, indica Del Llano. “Por medio del juego, el cual le permite al niño entender y poner en cada lugar todo lo que le ocurre. Esta es la forma natural en la que procesa sus situaciones y se desarrolla”.

En el juego centrado en el niño, “el niño entra, se le explica por qué está aquí, y después se le permite jugar. Él o ella mira el cuarto y puede elegir lo que quiera”. Desde su elección inicia el simbolismo, ya que le empieza a otorgar información a la psicóloga sobre lo que está viviendo, información que se nutre y evoluciona mientras juega y cambia de juguetes.

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El juego le permite al niño ser quien es en realidad. (SHUTTERSTOCK)

Muchos podemos atestiguar que distintos mundos simbólicos nos sirvieron de refugio en tiempos difíciles o nos otorgaron una perspectiva nueva para decidir realizar un cambio en nuestras vidas. Para una persona puede ser un libro que, si te cuenta sobre él, se transporta a su infancia. Para otros es una película, un videojuego, una canción.

Para los niños el simbolismo más cercano a su mundo -el que les permite crear, procesar y entender-, es el juego. Como establece Heinsen, “en ese espacio eres quien eres. Tú eres tú”.

¿De cuántas oportunidades de sanar o de cuántos aprendizajes se perderían los niños de no ser por profesionales que velaran por utilizar el juego en la terapia o en el salón de clases? ¿Vale la pena pagar para jugar? Creo que concordaríamos que sí.

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