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¿Turismo de volcanes? Sí, existe

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¿Turismo de volcanes? Sí, existe
(Fotos: Shutterstock)

Los turistas se acercaron para sentir el calor de la lava aún humeante, lanzaron palos para verlos arder o vieron a un guía tostando malvaviscos sobre piedras calientes mientras caminaban por el volcán Pacaya de Guatemala, que unos días antes había expulsado lava.

Desde la cumbre del Pacaya tenían una vista clara del cercano Volcán de Fuego, que entró en erupción el 3 de junio y arrojó un rápido torrente de lodo caliente que mató al menos a 110 personas y dejó unos 200 desaparecidos.

“Yo animaría a la gente a venir y ver la belleza del lugar; no hay nada que temer necesariamente”, dijo Maximilian Penn, un cocinero de Nueva York que admiraba la impresionante vista. “Simplemente es importante comprender lo que está ocurriendo aquí. Es un lugar peligroso, así que hay que tener respeto”.

El turismo de volcanes nutre a pueblos como San Francisco de Sales, situado cerca de la cumbre del Pacaya, y para los locales es una cuestión de aprender a vivir con un monstruo generoso. El Pacaya es la principal atracción turística y es más accesible, además de ofrecer una vista clara del Volcán de Fuego.

Silvia Sazo, una de las pocas mujeres guías en Pacaya, vio su casa destruida por una erupción en 2010. Su familia reconstruyó en el mismo lugar y aún hay algunas zonas cerca de su casa en las que sale vapor y calor del suelo.

“Puedes poner huevos, elotes, chayotes allí en el suelo, y se cuecen”, comentó. “No tenemos dónde más vivir... esta es nuestra forma de vida”.

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Infografía

El volcán Pacaya muestra erupciones efusivas desde 2006, mientras que el estallido mortal de ceniza y roca del Volcán de Fuego fue una erupción de tipo explosivo.

Aunque los locales no utilizan los términos científicos, conocen la diferencia: las erupciones explosivas de ceniza, gas y roca pueden matar con facilidad, mientras que las erupciones efusivas “coladas de lava” pueden ser interesantes para que los turistas las vean. Algunos volcanes tienen erupciones de ambos tipos, y el Pacaya tuvo una explosiva en 2010 que mató a un periodista y dos vecinos de la zona.

Pero siempre hay riesgos con ambas versiones, por ejemplo la emisión de gases tóxicos, señaló John Stix, profesor del departamento ciencias planetarias y de la tierra en la Universidad de McGill en Canadá. “Creo que cualquiera que visite un volcán activo tiene que valorar que hay un cierto riesgo implícito, y el riesgo aumenta conforme uno se acerca a la fumarola o cráter”, escribió Stix. Es lo mismo que dicen los locales, en términos menos científicos.

“No nos preocupa la lava, nos preocupa el cráter” del que salen las erupciones explosivas, señaló Sazo.

Los residentes que dependen del Pacaya para ganarse la vida han aprendido a respetar e interpretar las señales del volcán, como Juan Francisco Alfaro, empleado de mantenimiento de parque y que vive en el cercano poblado de Patrocinio. “Siempre estamos muy alertas. No esperas, te vas” si hay una erupción explosiva, señaló.

Muchos observan con atención el color del humo que sale del cráter. El blanco no es problema, pero el negro significa peligro. “Le tenemos mucho respeto, se mira lo que hizo en San Miguel Los Lotes”, dijo Alfaro en alusión a una localidad destruida en la erupción del Volcán de Fuego.

José Quezada, que lleva 18 años como guía, calcula que la mitad de la gente en San Francisco de Sales se gana la vida con el turismo del volcán. “Con el tiempo hemos aprendido a convivir con el volcán”, dijo. “En el volcán no se puede improvisar”.

Cada día Quezada recibe reportes de vecinos que han subido la montaña ese día sobre dónde es seguro llevar a los grupos de visitantes. Ya no se permite subir a la cumbre y asomarse al cráter. “Si hay un cambio en el volcán, que haya un cambio en la actividad, nos regresamos”, dijo.

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Infografía

Los turistas van a Pacaya por la altitud, tiempo fresco, vistas espectaculares y la experiencia singular de contemplar la fuerza de la naturaleza.

La altitud (los volcanes son los únicos accidentes geográficos que se alzan en las cálidas llanuras) es un motivo por el que mucha gente vive en pueblos como San Francisco de Sales. Es perfecto para cultivar café, pero la gente empezó a plantar aguacates hace poco después de que una enfermedad acabara con los árboles de café.

“El café ya no da, después de que cayó la roya. Y el quintal de cereza lo están pagando a 125 quetzales (17 dólares) el quintal. El abono cuesta más”, dijo el agricultor Roberto Mijango. Pero los árboles de aguacate de tres y cuatro años no dan fruta suficiente para mantener a los campesinos. De modo que sin los ingresos del turismo, la pobreza se agravaría en los poblados en torno al Pacaya.

Samuel Dandoy, un turista de una localidad belga situada junto a la frontera francesa, miraba la lava el viernes cerca de la cumbre del Pacaya. “En realidad vine por los volcanes de Guatemala” comentó. “Me fascina. Es muy impresionante”.

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