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Ellos preguntan, ellas contestan...

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Ellos preguntan, ellas contestan...

Desde la creación, un aturdido Adán intentaba entender a Eva. No lo logró y como resultado fuimos echados todos del paraíso. Más recientemente, a un iluminado se le ocurrió decir que los hombres son de un planeta y las mujeres de otro y esa fue la excusa para dejar de aspirar a entendernos.

En esta ocasión vamos a intentar algo que ni Google se atreve. Vamos a meternos en la cabeza del monstruo y dar respuesta a algunas de las preguntas más repetidas en la historia de la humanidad, aquellas que se formulan una y otra vez en el universo cerrado de los hombres sin llegar a nada. Las preguntas son aleatorias y las respuestas caprichosas. Si se le parece a cualquier mujer que usted conoce, es pura coincidencia.

Ellos preguntan: ¿por qué si pasan tres horas en el salón regresan con un tubi amarrado en la cabeza?

Ellas responden: los salones de belleza son como imaginamos las sesiones con el psicólogo: un espacio de desahogo, sosiego y paz. Vamos a que nos mimen, nos escuchen, nos aconsejen y nos pongan más bonitas. Como la mayoría de nosotras tenemos cabellos “tropicales”, que de cualquier cosa se revoltean, preferimos hacernos un “recogido” para que resistan un par de horas más. No nos hacemos ilusiones respecto a este tema: los hombres entenderán la dinámica del tubi cuando puedan procesar lo que es el frizz.

Ellos preguntan: ¿cuántos zapatos son demasiados zapatos y por qué las mujeres son capaces de comprar un mismo zapato en diferentes colores?

Ellas responden: la mayoría de las mujeres venimos al mundo con un gen mutado para amar los zapatos. Y para amarlos en cantidades infinitas: de todos los colores, estilos y diseños, incluso a algunos pares más que a otros. Nosotras tampoco entendemos cómo un hombre puede vivir con solo tres y andar por el mundo como si nada. Y en cuanto a zapatos “repetidos”, es muy simple. Si encontramos uno que no apriete, que aguante conciertos y aguaceros y nos haga lucir más estilizadas, es obligatorio llevarse al menos dos pares. Es ley de vida.

Ellos preguntan: por qué nos preguntan ¿me veo gorda con este vestido? si no hay manera de quedar bien, o peor, ¿por qué nos ponen a elegir entre una ropa u otra si al final no se ponen ninguna?

Ellas responden: No es nuestra intención que se sientan mal, queremos hacerlos sentir importantes y la elección de un vestido o una combinación para una ocasión especial lo es. En cuanto a si nos vemos gordas o no, es un tema de perspectiva. Hay días del mes en que efectivamente estamos ligeramente hinchadas y mil veces más sensibles. Si ven que nos ponemos a llorar por la manga de una blusa que ni siquiera nos ponemos, solo sumen y resten. La respuesta la tienen delante.

Ellos preguntan: ¿por qué cuando ellas contestan que no tienen “nada”, es cuando más pelean?

Ellas responden: porque se supone que ustedes sepan lo que hicieron y lo que provocaron. Y no, no esperamos que sean clarividentes o profetas, es que por lo menos tengan algo de memoria. Muchas veces molesta más la amnesia selectiva que el hecho en sí mismo. Desde el principio de los “amores”, el chico sabe lo que a la chica no le gusta y si persiste en hacerlo...bueno, ¡la tercera guerra mundial tiene que comenzar en algún lado!

En mi encuesta a boca de celular, los hombres sangraron. Algunas de sus preguntas tienen mucha lógica y otras, debo reconocer, fueron imposibles de contestar por esta servidora. Aquí van algunas:

¿Por qué las mujeres van en pares al baño?

¿Por qué nunca tienen “nada” que ponerse y el clóset no cierra?

¿Por qué nunca quieren de nada en el restaurante y luego se quieren comer tu plato?

¿Cuánto dura una dieta?

¿Por qué tienen que hablar de algo serio cuando el juego está empatado en el noveno?

La lista es interminable. La dejo abierta para el debate.

Ilustración: Ramón L. Sandoval.

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