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Honro a mi padre

“Aquel que toma debe dar la honra al que le ha dado y a lo que ha recibido”, B. Hellinger

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 Honro a mi padre

Muchas mujeres hemos crecido con un padre ausente, de forma simbólica o real. Nuestros padres estaban ocupados o no estaban disponibles física y emocionalmente. En muchos casos, nuestro vínculo afectivo con ellos era escaso.

La infancia con mi papá no fue la ideal. Era autori¬tario y le tenía miedo. Siendo todavía pequeña, se marchó a los Estados Unidos y durante su ausencia me hice una imagen idílica de él [que se esfumó en su primera visita al país]. Me tomó tiempo decidirme a iniciar la curación de mi niña herida hasta que –en un trabajo de reconciliación [ya adulta]– pude conectarme emocionalmente con mi padre y percibir con humildad que también él había sido un niño herido. Como papá, había hecho lo mejor que sabía. Poco a poco algunas cosas comenzaron a cambiar. Con los años mi padre ha suavizado también su carácter. Nunca imaginé que llegaría a sentirme tan cómoda en su presencia y tan amada por él. Pero lo mejor de esta experiencia ha sido descubrir que no tengo nada que reclamarle, que es una bendición haber reconciliado mi cora¬zón con el del hombre que, junto a mi madre, me pasó la vida. Ante eso, no hay heridas ni carencias que puedan quitar una pizca de mi existencia.

Cada ser humano tiene el sendero favorable para su evo¬lución. Atravesamos situaciones que nos empujan a buscar en nuestro interior y descubrir nuevos valores y habilidades personales que nos hacen ser mejores personas. Mamá y papá son la primera puerta hacia ese sendero.

Darnos la oportunidad de reparar el vínculo con nuestro padre es un regalo de amor que las mujeres merecemos. Es esencial para construir mejores relaciones con otros, en especial con nuestra pareja. A veces es difícil rescatar el vínculo con papá si está deshecho por el maltrato o el abuso; sin embargo, mirar con agradeci-miento que gracias a él existimos nos libera del dolor por su ausencia o su maltrato; respetar su destino con todas sus situaciones nos abre la puerta para edificar el nuestro sin resentimientos. Dice el filósofo Bert Hellinger que “al dar la vida a su hijo, el padre le obsequia algo que no le pertenece. Pero junto a la vida, le ofrece su propia persona, tal como es, sin restar ni añadir nada. Por eso, al recibir la vida de su padre, el hijo no puede agregarle nada, ni restarle nada, ni rechazar nada de lo que –con esa vida– le toca. Además de la vida, recibe a su padre”.

Tu padre te dio la vida, que es en sí misma perfecta sin importar las circunstancias. La mejor manera de demostrar agradecimiento por ello es disfrutando tu existencia con plenitud. Mira a tu padre, ya sea en presencia o en tu imagi¬nación, e inclinando tu cabeza dile: “Te honro por la vida que me has dado”. Quizás tengas alguna resistencia. Hazlo todas las veces que necesites hasta que sientas que sale de tu corazón. Te sentirás bendecida.

“Descubrí que no tengo nada que reclamarle, que es una bendición reconciliar mi corazón con el del hombre que me pasó la vida”