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Vida después del Mundial

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Vida después del Mundial

Francia es el nuevo campeón de la FIFA y Rusia se despide triunfando como organizadora del festival deportivo más grande, sufrido y gozado del mundo. Quedarán para la historia los goles, las jugadas y los jugadores que se veían maravillosos corriendo con sus pantaloncitos cortos de un lado para otro en la cancha. ¡Cuánta salud!

Como hay vida después del Mundial, muchas mujeres tendrán sus parejas de vuelta después de un maravilloso mes de vacaciones. Es increíble la metamorfosis que sufren algunos machos frente a estos eventos. Como psicóloga aficionada y amante de los deportes, me dedico a observar y escuchar los comentarios y comparaciones de mis amigas emparejadas con fanáticos y “wannabis” frente a este fenómeno. Tan fascinantes que vale la pena compartirlos.

En sentido general, los hombres...

Se vuelven monotemáticos. La misma obsesión que critican de las mujeres frente a las novelas la sufren ellos. La misma agonía ante la muerte o la infidelidad del protagonista la viven ante un tiro de esquina que no se convirtió en el tanto de la victoria o un autogol ¡Dios nos libre, no hay quien los calle!

Se vuelven chismosos. Nos critican con saña cuando piensan que estamos haciéndolo entre nosotras, como que no es lo mismo “desbaratar” punto a punto la alineación del equipo contrario o peor, al propio, cuando no es lo suficiente veloz en la banda derecha o porque un jugador se ocupa más de salir bonito en la foto que de correr hacia la portería, que para eso es que le pagan.

Se vuelven catatónicos. No oyen, no ven, no entienden por los siguientes 90 minutos y tiempo suplementario. ¿Se fue el gas? No cocines. ¿Se cayó el muchacho? Ponle hielo... pero cuidado si se va la luz o el cable. Ahí hay que salir de la casa y dejar que maldiga hasta que le caiga el techo encima, sin atreverse a interrumpirlo.

Se vuelven fashionistas. Es de las pocas veces que se preocupan de vestirse solos. La camiseta del equipo favorito que, dicho sea de paso, costó más que el último vestido que nos compramos, aparentemente pega con todo. Se ocupa personalmente de mantenerla lavada y planchada, salvo que sea el amuleto de la buena suerte y decida que “sudada y con fuerte olor a hombre” funciona mejor.

Se vuelven “liberados y maduros”. Generalmente se molestan cuando las mujeres salimos solas en “ladies night”. Les temen a esos encuentros como el diablo a la cruz, pero para el Mundial no importa; prefieren que nos juntemos a diario, siempre y cuando salgamos de la casa y dejemos la nevera bien aprovisionada.

Se vuelven súper padres. Los hombres de la casa dedican “tiempo de calidad” a los hijos, explicándoles con lujo de detalle la historia del deporte y de cada jugador; la técnica detrás de cada pase o movimiento y cómo eso puede enseñarnos algo de nuestra propia vida... en esos momentos nos sorprende su profunda capacidad de empatía y razonamiento, pero no decimos nada. Sabemos que la sabiduría futbolística es efímera....

Finalmente, se vuelven emotivos. Si tenemos la suerte de que su equipo gane también ganamos un compañero cariñoso y atento por lo menos un mes más. Si su equipo perdió necesitará cariño, comprensión, abrazos y palabras de afirmación por lo menos un mes más... hasta que comience la pelota, el basket, el hockey sobre hielo o las carreras de galgos.

Como ya el tema pasó de las noticias, concéntrate en el Día del Padre que viene por ahí. Celébrale que es el mejor padre “del mundo mundial” con una fiesta donde él sea el protagonista y se lleve el trofeo.

¡Feliz Día del Padre, dominicanos!

Ilustración: R´amón L. Sandoval