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Richard Branson, un magnate de gran corazón

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Richard Branson, un magnate de gran corazón

Freddy Ginebra entrevista al magnate, aventurero y filántropo inglés Sir Richard Branson durante su breve visita a República Dominicana. Dueño de Virgin Group, este entusiasta de la vida tiene una gran misión: se ha propuesto marcar la diferencia en el mundo con la protección del medioambiente y la conservación de las especies por bandera.

Cuando Francisco me pidió que le acompañara al aeropuerto a recibir a un personaje importante le pregunté cómo se llamaba.

–Richard Branson –me contestó sin añadir adjetivos.

–¿Y qué hace? –insistí.

–Está, al igual que yo, metido en esto de proteger el medioambiente –añadió sin ponerme mucho caso.

–¿Y dónde te lo encontraste?

–¡Oh! –con acento cibaeño– en una conferencia en New York, le escuché hablar y me emocionó, y cuando terminó lo invité.

Estamos en el aeropuerto. El invitado, descubro, no viene en vuelo comercial sino en su propio avión.

–¿Y quién es este tipo que tiene avión privado?

–Nadie –me contestó.

Son las 10:43 p.m. Una rubia despampanante entra riéndose al salón VIP, le sigue –con maletín de mano– el personaje esperado. Hasta este momento no sé quién es ni de qué se trata el asunto.

Estrechamos manos, el ministro de medio-ambiente, en un inglés cibaeño, se desempeña de lo más bien. La relación es de viejos amigos. La asistente dse ocupa de todos los detalles. Nos sentamos unos minutos en lo que llega su equipaje, que resultó muy pequeño.

–Venimos de L.A. –le escucho decir a ella con acento internacional.

Dos jeepetas y un grupo de seguridad nos acompañan. Me siento viviendo una aventura divertida. En un momento en que se organizan las cosas entro a San Google y pongo su nombre y, sorpresa, todo un multimillonario que ha sido condecorado no sé cuantas veces por su preocupación por el medioambiente y la conservación de las especies.

Lo miro con detenimiento. Nada que lo diferencie de mí excepto la rubia y su cuenta en el banco... bueno, y el toque del jet privado.

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Richard tiene el pelo blanco y largo, como lo usan los jóvenes, bigote y barba, 67 años, sonríe todo el tiempo como si su vida fuera siempre fácil. No hay nada afectado en su figura, más diría que es un tipo simpático, fácil de hacer amigos con una tremenda pasión por la vida. Si me lo encontrara en la calle jamás descubriría que es un magnate inglés conocido mundialmente por su marca Virgin y que tiene alrededor de 360 empresas con no sé cuántos empleados y una fortuna de más o menos 5 mil millones de dólares. ¡Uffff!, desde ya quiero entrevistarlo, pero no sé en qué momento podré hacerlo pues su visita es por 24 horas y su único compromiso es participar en un acto en el Acuario y luego, desde allí mismo, partirá al aeropuerto y seguirá con sus compromisos internacionales.

Subimos a la jeepeta, la rubia del magnate se va en una y el ministro y yo junto a él en la otra. Lo tengo sentado a mi lado, busco algo que lo delate, algo que me informe sobre qué se siente tener un imperio y el mundo a sus pies. Nada. Un hombre sencillo que habla de cosas sencillas.

–¿Yo? Pues dirijo una Casa de Teatro –le contesto cuando me pregunta que qué hago y de inmediato, como si fuéramos viejos amigos, le invito camino al hotel.

–Nos paramos y te la muestro, verla te dirá más que mis palabras.

–¿Estás cansado?

–Si es corta la parada, ¡no problem!

Francisco secunda mi proposición y llegamos alrededor de las 11:30 p.m. a mi vieja casa colonial.

–Este es mi palacio, mi reino –le digo bajándonos de los carros.

Richard se pasea por la galería. Los Francos, un grupo de Santiago, interpreta una canción de Juan Luis Guerra y la música nos contagia a todos.

–¿Qué te brindo?

–A beer –responde rápido.

Presidente, nuestra mejor cerveza, y de inmediato le pido a Piyoyo, el bartender, que me dé una vestida de novia. El ambiente está movidísimo, la gente canta, las risas se desparraman y el ambientalista finaliza su cerveza obedientemente con satisfacción.

Nos levantamos y, casi saliendo desde Ñao, el bar de Diomary La Mala, que queda cruzando la calle, se escucha su potente voz impregnando la Meriño de nostalgia.

Le tomo de la mano y le digo:

–Perdona que abuse de ti, pero como sé que eres tan intenso como yo, no quiero que dejes de escuchar a esta dominicana que es orgullo de todos. Cruzo la calle, abro la puerta de un atestado lugar y lo meto de cabeza. Richard no ha tenido tiempo de decir que no, observo su rostro complacido, Diomary termina la canción y, con la misma velocidad que entramos, lo saco y lo llevamos a su hotel.

–Excúsame –le digo–, es que quería que en este viaje te llevaras un trocito de bohemia de nuestra noche y de mi ciudad colonial, de la que estoy tan orgulloso.

El caballero mantuvo la sonrisa toda la noche. Cruzamos una mirada y supe que era uno de los míos, se sabía pasajero en tránsito.

Temprano fuimos a desayunar el Ministro y yo al hotel con Sir Richard Branson. Vestía igual que la noche anterior, camisa blanca y jeans, su asistente ya había salido hacia el Acuario para ultimar detalles. Pienso en la entrevista. Le digo a Domínguez-Brito de mi intención y me aconseja esté tranquilo.

Llegamos al Acuario y un grupo de personas comprometidas con la preservación de las especies y el medioambiente nos esperan, me hago a un lado, surgen los flashes, le hacen preguntas, él se pasea por el lugar, visita a un viejo manatí, le da de comer unas frutas, flash, flash, flash...

Discretamente lo sigo, soy el maestro de ceremonias de este acto y me concentro, no dejo que el esplendor me distraiga.

Comienza el acto, se suceden los discursos y, para finalizar, el defensor del medioambiente inglés dice sus palabras que son traducidas de inmediato. El público aplaude eufórico, el ministro lo abraza, le entregan un obsequio y rumbo al aeropuerto.

–Ahora –me dice Francisco– esta es tu oportunidad –y me guiña un ojo–. Este es tu momento. Me quedo aquí y te espero, tú ve con Cayo, el chofer, al aeropuerto y lo despides y aprovechas el trayecto para tus preguntas.

¿Querrá una entrevista ahora? Más pierdo si no lo intento, lo peor es que diga que no y como quiera ha sido una maravillosa experiencia estas 24 horas junto a este gran defensor del medioambiente. El se va a despedir de mí cuando aprovecho para decirle que soy el encargado de acompañarlo. “¡Ah, qué bien! Y de inmediato le hago la propuesta:

–¿Te molestaría responder unas preguntas? Escribo para Diario Libre y... –no me deja terminar–.

–Muy bien, entonces que ella se siente delante y tú y yo atrás para conversar. La rubia obedece.

Subimos, no pierdo tiempo, saco mi grabadora y...

–Dispara –me dice el hombre del imperio Virgin con su mejor sonrisa.

–Vivir es para ti...

–Vivir la vida al máximo intensa y plenamente sin desperdiciar un minuto y, bueno, emplearte a fondo y con ganas como lo haces tú.

Aquí sentí su mirada cómplice, nos reconocimos.

–¿En qué crees?

–Creo en la decencia de las personas y pienso que la mayoría de los seres humanos son personas de bien y encantadores, y creo siempre en procurar lo mejor de cada uno. Creo en halagar a la gente, no criticarla, creo que las personas crecen cuando son regadas como las flores... si no te riegan te marchitas y te arrugas, también como las flores.

Por el espejito veo la sonrisa de su asistente aprobando el poema.

–¿Para qué sirve el dinero?

No titubea, responde automáticamente.

–Para proteger a los tuyos y a quienes te rodean. Pero el dinero tiene una mayor utilidad cuando se usa para crear cosas que marcarán una diferencia positiva en la vida de las personas y contribuya a hacer frente a los problemas del mundo. Soy un emprendedor y un firme creyente de que si los empresarios invierten su dinero y su tiempo y sus energías en las cosas con verdadero sentido y finalidad, podrán mejorar la vida de las personas, también podrían aprovechar sus habilidades y competencias empresariales y su dinero para hacer frente a los grandes problemas de este mundo.

No titubeó un segundo en su discurso.

Toso. Cayo, el chofer, me mira, entiende el código, baja la velocidad y trago en seco, demasiada presión.

–¿Y dónde está el amor? –le sorprendo.

Me mira, no pierde su sonrisa. Fuera el Mar Caribe espera, un sol espléndido también. Se ríe, una risa genuina, espontánea, imagino que aprovecha para pensar cuando dice:

–El amor está a nuestro alrededor, todo alrededor si mantenemos abiertos los ojos. Las cosas pequeñas... ahí está el amor y también en las grandes cosas... eso también es amor. Pienso que si siempre procuras lo mejor en las personas vas a recibir mucho más amor que si estás al acecho de lo peor en las personas. Yo he sido muy afortunado, he estado enamorado de la misma mujer durante 40 años y eso ha significado que nuestros hijos, nuestros amigos, lo sientan, ¿sabes? Somos una familia muy unida y en ella todos se benefician de este amor que emana de la misma familia unida, eso no ocurre siempre pero hemos sido muy afortunados.

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–¿El futuro lo ves...?

–El futuro de por sí es brillante para el mundo, pero también pienso que nosotros debemos hacerlo brillante, ¿sabes? Acabo de enterarme de una foca que desa-pareció en el Caribe hace diez años y eso es algo que no deberíamos permitir, la desaparición de las especies... eso es un pecado, debemos hacer que el futuro sea maravilloso, proteger los bosques tropicales, proteger el medioambiente, protegernos contra el cambio climático, unir el mundo, cuidar y ocuparnos de los refugiados, cuidar las minorías, hacer que el mundo sea prometedor y juntos crear un brillante porvenir.

Hace una pausa, creo que mira a su asistente, quien voltea y le sonríe en aprobación.

–Yo estoy –retoma– involucrado con los objetivos del desarrollo del milenio y ahora estoy comprometido con los nuevos objetivos de desarrollo sostenible. Si tenemos éxito con esos objetivos de desarrollo podremos abordar y manejar con éxito la mayoría de las problemáticas como la hambruna, las enfermedades, la pobreza, dar a las personas la dignidad del trabajo, y así el mundo de nuestros nietos será mucho mejor que aquel en que nuestros padres vivieron.

No le dejo respirar.

–¿Con qué sueñas?

Le crece la sonrisa y no para de reírse.

–Bueeeeeno, a veces tengo sueños muy agradables de los que no hablaré –pone cara de pícaro–. Viajé con mi papá por África cuando tenía 87 años y compartimos una tienda de campaña. Una mañana despertó con una gran sonrisa y le pregunté: ¿soñaste? Y me respondió que sí. ¿Con una mujer? Y me respondió ‘Síiiii’. ¿Te portaste mal en el sueño? Y me dijo ‘No, pero ella se portó escandalosamente mal’ (ambos nos reímos estruendosamente). Bueno, hablándote en serio, pienso que soy una persona positiva y generalmente sueño con cosas positivas, por lo que soy afortunado, es decir, las cosas feas y negativas las dejo atrás, ¿sabes?, es mejor vivir siempre en positivo.

–¿Cómo reaccionas ante el fracaso?

–Lucho cada día y cada noche para evitarlo, pero si no lo logro sigo adelante y aprendo de esa experiencia para asegurarme de que no cometeré ese error otra vez... quiero decir que el fracaso es una maravillosa forma de aprender; si eres emprendedor, empresario y no fracasas es improbable que estés aprendiendo... es decir, si lo estás intentando lo suficiente, si estás experimentando con muchas cosas diferentes, lo cual me encanta hacer, y si te gusta aprender, que es mi caso, vas a fracasar en los negocios y eso es parte del proceso de aprendizaje en esta vida.

Me quita la grabadora de la mano y la toma en las suyas, imagino que para sentirse más seguro de que sus respuestas queden bien grabadas. Lo acepto sin ningún gesto negativo, todo lo contrario.

–¿Y los políticos?

–Hay buenos políticos como Domínguez Brito con quien acabó de compartir toda esta mañana, políticos mágicos y magos, aunque me temo que también hay políticos como Donald Trump que dan miedo, individuos peligrosos y hay que pronunciarse en contra de ellos y esforzarse mucho más para hacerles frente e intentar salvar de todo el daño que están ocasionando en el mundo. Lo importante es procurar a los buenos políticos e intentar ayudarlos y creo que los jóvenes desean con todas sus ansias que los políticos sean honestos y asuman sus cargos para hacer el bien por su país y por su gente, y son esos políticos como Francisco quienes figurarán en los libros de historia, los que cambian las cosas y marcan la diferencia para su país, una diferencia positiva, rescatan las especies, salvan aves, preservan el medioambiente. Serán ellos a quienes se le agradezca en el futuro y no a aquellos con jugosas cuentas bancarias habidas con dinero de su pueblo

Quisiera aplaudirlo pero me contengo. Ya sabía yo que este tipo tenía algo especial además de dinero y preocupación por el medioambiente.

Al verme en pausa con los ojos me pregunta si se acabaron las preguntas, para nada, grito con la mirada, ahora es que faltan.

–Si pudieras cambiar tu vida, ¿qué cambiarías?

–Imagino que tú y yo quisiéramos volver a tener 18 años nuevamente... (me arranca una carcajada). No, la verdad –me dice poniéndose serio–, no tengo queja, pienso que tú y yo hemos llevado vidas extraordinarias y, francamente, no cambiaría absolutamente nada. Ambos hemos sido sumamente bendecidos por haber llegado a donde estamos (sospecho que Richard también entró en Google y puso mi nombre).

–¿Miedos?

–El único miedo que me parece que puede tener cualquier padre o abuelo es por la seguridad de sus hijos, su familia, sus amigos... por lo que, en gran medida, no es mucho lo que uno puede hacer al respecto, así que no tiene sentido tener miedo, lo que uno debe hacer es ser positivo todo el tiempo.

–¿A que te sabe el éxito?

–El éxito me permite levantar el teléfono, llamar a cualquier persona en el mundo y que responda la llamada (sonrío). El éxito ayuda a que se hagan cosas, ¡qué te digo, es fantástico encontrarme en esta posición! Recuerdo cuando, a los 15 años, comencé a publicar una revista dirigida a los jóvenes para marcar una diferencia en el mundo. Ahora he alcanzado una posición en la que PUEDO verdaderamente marcar una verdadera diferencia en el mundo y no malgasto el más mínimo minuto, lo que significa trabajar arduamente y esforzarme para garantizar que pueda sacar el mayor provecho posible a la posición en la cual me encuentro... además, puede ser divertido...

–¿Qué consejo le darías a la juventud de hoy en día?

–Puede sonar un tanto cursi, pero les diría que sigan sus sueños. Pienso que si eres una persona joven debes decidir qué te interesa en la vida, qué disfrutas hacer y hacerlo, no sientas que debes salir a buscar dinero. Si tienes una idea que podría marcar una diferencia en la vida de los demás, si tienes un negocio podrías convertirte en empresario... pero pienso que debes intentar realizar tu sueño, siempre ir en pos de ello. Obviamente, tu reputación es lo único que tienes en la vida, de modo que sé digno y decente con los demás y mantén una buena reputación.

La jeepeta va tan lenta que me da vergüenza, pero no me arrepiento de la trampa.

–Dos preguntas más y acabamos –le digo.

–¿Qué te falta por hacer?

–Bueno... he estado intentando construir una nave que me lleve al espacio, espero cumplir mi sueño el próximo año y confío en poder enviar a miles de personas al espacio porque me parece que a muchos les encantará esa oportunidad, ese proyecto verá la luz el próximo año. Te diré que cada año organizo, o bien mis hijos organizan, un reto deportivo y me invitan, aunque son bastante extremos, como por ejemplo cuando en septiembre pasado me llevaron por un recorrido de 4 mil kilómetros en bicicleta de Suiza a la punta más austral de Italia y luego nadamos en Sicilia. En fin, cada año hacemos esta divertida aventura juntos.

Llegamos al VIP, no sé si dejarlo ahí.

–¿Y cuál es la otra pregunta? –me pregunta el confesado.

Me río y le digo para terminar:

–¿Cómo quieres ser recordado cuando no estés?

–Bueno... tenemos una empresa que recién inventó una pastilla que no nos dejará morir, de modo que ya no tendremos ese inconveniente, si quieres te dejo una (carcajadas de todos). Pienso que las personas que verdaderamente nos recordarán serán nuestros hijos y nuestras familias porque vivimos nuestras vidas a través de ellos y cómo los educamos, así que espero, y estoy seguro, de que ellos permitirán que yo viva por siempre a través de ellos. Todos nosotros queremos pensar que hemos marcado una diferencia, que hemos logrado hacer que la gente sonría, y es importante que en el camino hayamos contribuido también con la protección de unas cuantas especies en los océanos.

Me cae bien este tipo. Sale despacio del vehículo, le doy las gracias y pido excusas por mi insistencia; le deseo buen viaje y que siga su vida protegiendo al mundo, luego desaparece y me voy con una extraña sensación, hay mucha gente buena en el mundo, mucha... me volteo y abrazo a Cayo.

Fotos: Marvin Del Cid y Getty Images.

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