Aprender: la mejor manera es jugando

La mejor manera de aprender es jugando. Seguramente habrás oído esta frase, ¿verdad? Lo cierto es que es un concepto completamente cierto y cada vez más afianzado ¡Mira por qué!

A través del juego se trabajan procesos cognitivos como la atención, la planificación, la memoria. También la función ejecutiva, que es la capacidad de organizar la conducta en pos de una meta. Se planifica, se organiza y se mantiene la atención a medida que se observa si se logran los objetivos.

Si la enseñanza se hace mediante juegos, los conocimientos se graban mejor en la memoria. Este tipo de experiencias nutren la imaginación de los niños y les dota de aptitudes y herramientas esenciales para la vida. Pero, ¿qué es el juego?

El juego no es simplemente una actividad establecida. El juego es el proceso en el que el niño se está divirtiendo. No tiene por qué estar relacionado con materiales o una actividad concreta. El desencadenante de un juego para un niño pueden ser sus propias manos.

La ciencia ha demostrado que a través del juego se reducen los niveles de estrés, algo que mejora la adquisición de capacidades. Con buenas emociones, se favorece el aprendizaje y hace que las cosas se memoricen mejor. Con emociones desagradables los niños sufren ansiedad y se bloquean.

En los más pequeños hay que fomentar y observar el tipo de juego que aparece de forma espontánea. Esto puede dar muchas pistas sobre las capacidades que necesitan desarrollar en cada etapa. A partir de los 3 años, aparece el juego simbólico, aquel que permite al niño imitar, representar, ensayar, proyectar o fantasear a través de juguetes o conductas. Por ejemplo, jugar a ser algo, incluso mamá o papá.

Y tú, ¿juegas con tus niños?

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