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Juntos otra vez

Con Todos los hombres son iguales se marca el regreso a la pantalla grande de Frank Perozo, junto a un elenco muy especial que incluye a más que una colega, su amiga, Nashla Bogaert.

Una comedia con trama seria. A la primera podría parecer una contradicción, pero no lo es. Hay estudios que confirman que se aprende más cuando se enseña de forma divertida. Y digamos que eso es lo que sucede con Todos los hombres son iguales, una película producida por José Ramón Alama y dirigida por Manuel Gómez Pereira, que tiene bajo su manga el premio Goya al Mejor Guión. Esta película marca el regreso a la pantalla grande de Frank Perozo después de un forzado ‘semi-sabático’, con un elenco muy especial que incluye a Nashla Bogaert. Juntos otra vez en un proyecto que apuesta a la calidad del cine local.

Nashla Bogaert

Yoli [empleada del hogar]

Si cerraras los ojos y miraras rápidamente tu historia, ¿cómo te describirías?

Me siento una persona más madura. A veces cuando estamos en un ambiente donde aparecen muchas oportunidades uno se acomoda. Pero en este caso me ha pasado al revés. Mientras más oportunidades de trabajo llegan a mi puerta, más ganas tengo de cuidar la esencia de como empecé. Producir me hizo ver otras perspectivas que nunca noté cuando actuaba. Todo por la oportunidad que se me dio de hacer Reinbou.

¿Esperabas tener un público que te quisiera y admirara tanto?

No tengo una estrategia para que la gente me quiera o hago “esto” para que en tres meses salga en los periódicos. Todo lo que me ha pasado ha sido una bendición que uno va cultivando con la actitud, preparación, talento y humildad ante un equipo de trabajo y a los seguidores. Fomentas eso para que te lleguen más oportunidades.

Tus seguidores hasta te defienden...

Nos convertimos en una comunidad, me defienden y yo los defiendo a ellos. Cuando viene una persona con una actitud mezquina, la bloqueo. En mis redes sociales nadie ofende a nadie. Ni a mí ni a mis seguidores.

La actriz española Cristina Marcos ganó un Goya por el papel de Yoli en ‘Todos los hombres son iguales’. ¿Te sentiste presionada?

Es una comedia muy ligera pero hay un personaje dramático dentro de ella. Da oportunidad de desarrollar su alma, la nostalgia y la ternura que tiene. ¡Claro que fue una presión para mí! Cuando José Ramón Alama me llamó como productor y me dijo: “quiero que tú seas Yoli”, y comencé a investigar. Me enteré de que ganó guión del año, actriz del año... Y cuando llegó el director, me dijo: ‘¿sabes que tengo altas expectativas con el personaje de Yoli? Porque cuando ganamos el Goya...”. Esto fue una motivación extra para tomármelo bien en serio y no distraerme, porque en la película hay muchos amigos. Era muy fácil desenfocarme.

Pareciera que los roles de mujer empoderada y fuerte te persiguen. ¿Es casualidad o una decisión?

Nunca había hecho ese análisis... Si miro atrás, todas las mujeres que he interpretado han sido mujeres de carácter. Y las que vienen también. Eso me hace sentir orgullosa como mujer. Me interesa que cada personaje que llegue a mí sea con una esencia diferente para poder jugar y mostrar si soy capaz de interpretarla.

Aunque trabajas con otros actores igual de talentosos, lo que “suena” es que regresas con Frank Perozo. Nos gusta la química que hacen juntos.

Hay gente que anda por la vida que se reconoce. Me pasó con el amor de mi vida, David. También con mi mejor amiga, Tere, en San Francisco de Macorís. Teníamos 11 años y nos reconocimos. Somos las mejores amigas hasta la fecha. Me pasó con mi agente y con Panchy [Frank Perozo]. Nos complementamos, tenemos esa química y entendemos que es totalmente potable explotarla, porque a la gente le gustó cuando lo probamos en ‘¿Quién Manda?’.

Una mujer rodeada de hombres machistas, esa es más o menos la trama. Se parece mucho a la realidad, ¿no?

Totalmente. Lo triste es que se puede reflejar con la realidad actual, no de una época. Es el reflejo del manejo entre los géneros en una sociedad machista.

Le tomaste mucho cariño al papel de Yoli...

Me enamoré de ella y ahora que la vi montada, con música y efectos, me encantó cómo la trataron. Fue justamente como la pensé, sentí e interpreté.

Haces el papel de una sirvienta, un quehacer subestimado. ¿Qué sentiste en la piel al interpretarla?

Te voy a dar una orejita. Yoli es una mujer preparada que duró años metida en una universidad. Es apasionada y tiene un talento, aparte de la profesión. Busca trabajo de asistente en una empresa y termina siendo –por necesidad económica– la sirvienta de estos tres hombres que maltratan su género [aunque no físicamente]. Ella viene a caer en la cueva de los lobos, y de alguna forma tiene que tragarse su orgullo y seguir trabajando en esta casa por necesidad económica.

Que todavía existan estos roles, ¿es un signo de que la sociedad tiene que luchar más por la igualdad y reivindicar el valor de la mujer?

Sí. Y puede sonar como llover sobre mojado. Pero no se aplica, o se aplica muy poco. El tema está en persistir, mantener una conducta de defensa ante la igualdad. Sin ganas de evaluar el trabajo feminista, a veces me preocupa que nos excedemos tanto con el tema de defender nuestra igualdad que termina siendo una desigualdad y el hombre se sienta subyugado. Tenemos que predicar con el ejemplo. La idea es igualarnos en derechos y deberes de género y de seres humanos. Cuando nos ponemos por encima del hombre estamos maltratando ese género y haciendo lo que no queremos que nos hagan. Me gustaría que haya armonía entre ambos.

¿No crees que hay roles para hombres y para mujeres? El trabajo doméstico es de mujeres, contratadas por mujeres, en la mayoría de los casos.

Tenemos esa habilidad porque somos más sensibles y un hogar representa la parte más sensible e íntima de un ser humano. Hay fortalezas y debilidades en cada uno. Por ejemplo, a mí se me da mejor la organización de un proyecto, coordinar. A David se le da mejor ejecutarlo. De repente somos la pareja perfecta porque él ejecuta y yo planeo. Yo doy la idea, él la mejora, y viceversa. Hay un complemento que se da entre los géneros, por algo somos diferentes. Lo malo es cuando yo te quiero aplastar y humillar porque no lo sabes hacer.

En realidad piensas que “todos los hombres son iguales”.

[Risas] No, no todos son iguales.

Frank Perozo

Manolo [el mentiroso]

Todos los hombres son iguales marca tu regreso del tiempo que te tomaste...

Un semi-sabático vamos a decir.

¿Y aceptaste el papel por casualidad o lo elegiste justo para tu regreso?

Fue una casualidad. Estaba en mi finca, con mi familia... leí el guión e inmediatamente se me activó ese duende de la actuación y arrancó mi romance con el proyecto. Esta película reúne todos los ingredientes para entretener a la audiencia y dejar un bonito mensaje, principalmente a las mujeres. Es un filme que al principio parece machista, pero para nada lo es.

En algún momento dijiste que tu pausa fue porque no querías saturar.

El público en ningún momento me lo exteriorizó. Quienes lo hicieron fueron los productores y un grupo de personas que no habían tenido la oportunidad de entrar en el mercado y sentían tal vez que por mi presencia no podían incursionar. No sé. Al final de cuentas fue una decisión que tomé. Fue casi un descanso, unas vacaciones.

La verdad es que el público esperaba que volvieras...

¡Eso es lindísimo! A fin de cuentas fue una cuestión de distribución de muchas de las películas que había filmado, pues tuvieron que salir casi todas con quince días de diferencia. Como tenía tres años corridos haciendo mucho cine decidí tomarme ese tiempo. Fue un retiro obligatorio. Fue buena decisión porque le dediqué más tiempo a mi hijo, a mi familia. Incluso hasta me casé.

¿Pero crees o no en la saturación?

Definitivamente no. Hay actores que filman ocho y 10 películas y no saturan. En Estados Unidos cuando a un actor le está yendo bien, que tiene aceptación del público, ahí es que sale en películas. Porque el mercado lo está pidiendo. No me arrepiento de haberlo hecho pero siento que perdí un tiempo de aprendizaje como actor [como en el caso de La Gunguna]. El guión se había escrito con visión a una posible interpretación mía. Cancelar tantos proyectos y después verlos florecer me maltrató el espíritu de querer hacer lo que amo: la actuación.

Esa comedia juega a ser crítica, ¿cómo se unen estos dos elementos?

Es lo que hace a este guión interesante. Tienes un espejo social, escuchas las cosas que algunos hombres hacen. Pero, en esencia, es cierto que la película es un reflejo de la realidad, y al final aprendemos a darle su puesto a la mujer dentro de la misma trama escenificado de una forma muy divertida y extremadamente entretenida.

¿Qué diferencia a ‘Todos los hombres son iguales’ de las comedias que los dominicanos acostumbramos a ver?

En que universaliza el tema de las relaciones interpersonales y no se concentra tanto en los localismos que solemos ver en las comedias, aunque los tiene. Tiene su esencia en RD.

Háblame de Manolo.

Manolito es muy chulo. No conozco el primer entrenador de béisbol flaco. No existe. [Risas].

Por eso tu aumento de peso... ¿fue para el papel?

Sí. Aumenté 27 libras y en cámara se intensifican. Incluso, cuando me casé rebajé, que no es lo que pasa regularmente. Como era un personaje de más edad que yo, lo hice para verme un poquito mayor.

¿Todos los hombres son iguales?

[Risas]. Nadie es igual a nadie. Cada quien tiene sus propios matices, tanto el hombre como la mujer. Por principios sociales, educación familiar y un sinnúmero de factores, al hombre lo crían de una forma y a la mujer de otra. Al hombre le dan pistolas y a las mujeres muñecas. Más en este país, donde ha existido una crianza un tanto machista [ya no tanto]. En mi caso, no tanto de mi padre, sino de mi madre, irónicamente. Quienes nos educan son las madres y lo hacen con principios machistas: eres el que abre la puerta, pagas la cuenta, provee, el que no llora, el tíguere...

¿Tuviste una crianza machista?

Mi formación no fue machista, pero hay pinceladas dentro de la educación que te dictan eso. Es algo cultural. A mi hijo no lo estoy criando de la misma forma. Trato de protegerlo. Creo mucho en la igualdad de género, en que la mujer y el hombre tienen las mismas capacidades, solo que por desgracia el hombre se ha apoderado más de los mercados y se le brinda menos oportunidades a la mujer. Pero eso ya está cambiando. Debemos vivir en un mundo más equitativo. Ni machismo, ni feminismo. Es tan solo cuestión de tiempo.

Sabías que, aunque no haces papeles de galán, el público te ve como tal.

¡Ay mamá! ¡Qué vaina, eh! Eso nunca me ha gustado. Desde que estaba actuando en Estados Unidos, haciendo teatro, los personajes principales, los que tienen más peso en el teatro, no se miden por el físico sino por la voz y la presencia escénica. Y de la literatura clásica siempre se ha exaltado la masculinidad, pero no por la belleza física sino por la hombría, la fuerza. A nivel de genotipo, me daban los personajes del buenmocito, el novio. Vivía en una lucha constante. Le dije a mi agente: “Me voy a afeitar la cabeza, a quitarme una ceja, vamo’ a hacer algo para que pueda castearme para un personaje de peso”. Nunca me ha gustado que me estereotipen. Porque más que darte pelo, pechito y cositas de esas, puedo darte emociones profundas y diferentes a como me clasifican.

¿Cómo quieres que te vean, entonces?

Nunca me he hecho esa pregunta. Pues como soy: normal, real, libre y natural. No me siento galán. Este pantalón tiene seis años, esta camisa siete, no soy vanidoso, ni materialista, ni vivo pendiente a mi pelo. Nadie me recorta, lo hago yo mismo. Y me gusta que mis personajes tengan un poco de esa esencia.

Cuando piensas en Ciudad Nueva...

Esa serie es de los mejores recuerdos de mi carrera porque existía armonía. Allí aprendí muchas cosas de la actuación. Fue un entrenamiento de vida. Hay cosas de Ciudad Nueva que todavía me acompañan en cada personaje que interpreto.

Tuviste algún proyecto para jóvenes actores...

Así es, De la Calle al Cine. Los actores que ganaron fueron los que participaron en ¿Quién manda? La industria está demandando caras nuevas. Cuando empecé esta carrera éramos 10 personas soñando con cine. Ahora hay miles de jóvenes soñando y entrenándose.

¿Eres feliz?

Sí [suspira]. Mi vida personal es muy estable, fluye en paz, como siempre había querido. Cada cual hace lo que le gusta y nos respetamos mutuamente.

Fotos Sahira & Geber | Video Karla Khouri | Estilismo | Lia Pellerano [Nashla Bogaert] y Raúl Cohen [Frank Perozo]

Asistente de Estilismo Elinette Carpio [Nashla] | Maquillaje Michelle Flaz | Peinado Elvira Sepúlveda | Mobiliario Roche Bobois

NASHLA: Ropa: BCBG | Accesorios: Luna de Crystal | Zapatos: Zu Shoes

FRANK: Ropa y zapatos: Carolina Herrera, Scalpers y Cole Haan

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