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Santiago Almada: “Un escritor debe creer en sus personajes”

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Santiago Almada: “Un escritor debe creer en sus personajes”

Se le puede encontrar todos los días en la redacción de Diario Libre corrigiendo los textos de la edición digital con una rapidez que impresiona. Como corrector de estilo encuentra los puntos ortográficos que sobran, coloca los que faltan y, de paso, fusila a la incoherencia que se amotina en medio de un párrafo. Ese es su trabajo. Fuera de allí... lee, cocina, escribe. Para esto último, las historias se le aparecen en sueños, los personajes lo invitan a tomarse un café, y las palabras... bueno, esas se le agolpan en la cabeza hasta que quedan liberadas en novelas y cuentos.

¿Cómo un escritor reconoce que una persona puede convertirse en un personaje de un texto literario?

No sé cómo será en el caso de otros escritores, en lo personal hay gente que me causa una impresión favorable, a veces no tanto, y noto que hay como una cierta profundidad, una personalidad que puede resultar interesante. A eso le sumo la capacidad de invención que tenemos los escritores, a partir de ahí es cuando invento el personaje. Primero pido permiso a la persona y, la mayoría de las veces, le aclaro que no hay ningún beneficio económico ni hay la posibilidad de que se publique la obra en la que va a figurar. Tal vez es un poco de pereza, más el atractivo que le da a quien escribe el estar hablando de un personaje que tiene muchos visos de realidad.

¿Cómo así?

En realidad, cuando los escritores crean un personaje están obligados a creer en él, a darle todas las características que tiene una persona real, entonces cuando uno elige a una persona y la convierte en personaje, esta se le presenta al escritor mucho más real que un personaje inventado.

¿Y a usted no le da cierto temor acercarse a alguien a decirle que lo quiere convertir en un personaje? Le pregunto porque el escritor Hernán Rivera Letelier dice que si se los encuentra en la calle les sale huyendo o cruza la calle.

Cuando elijo a alguien como personaje de algo que estoy escribiendo por lo general es una persona cercana, con la que trato todos los días y con la que llega a haber cierta confianza. Me ha pasado con gente que me ha dicho que no y he respetado esa decisión, no por el hecho de que un día se entere de que no le hice caso, porque lo más probable es que no lea lo que he escrito, es simplemente por el respeto que uno tiene hacia las personas que conoce.

El hecho de usted pedir permiso, ¿es porque toma todo de esa persona para hacer el personaje?

No necesariamente. De hecho, en el caso de Mitri Jiménez es una versión muy libre la que he creado. Lo que sí es que he tratado de respetar ese espíritu inquieto, esa sensibilidad y esa inteligencia que ejercita en todo momento. No es un personaje perfecto, comete muchos errores, sigue pistas falsas en sus investigaciones, se deja llevar por su sensibilidad y en algún momento siente miedo. Es decir, no es la heroína invencible, no es una Lara Croft, y es eso lo que he tratado de reflejar en lo que escribí.

El narcotráfico y la corrupción están muy presentes, sin embargo usted no vende esta historia como una “narconovela” sino más bien como una trilogía policial.

Lo que pasa es que primero no es el narcotráfico lo que aparece, si bien es el tema central, sino la vida de tres mujeres que son independientes, que no tienen el proyecto de vida que la sociedad asigna: que es casarse, tener hijos, vivir para su trabajo, su esposo, su familia... Son mujeres que practican karate, en el caso de las abogadas que son amigas de Mitri, una disciplina que les brinda seguridad ante cualquier tipo de situación de violencia que se presente. Por otro lado, intento que refleje a la sociedad dominicana, cómo vive la clase media; al mismo tiempo cuando me puse a hacer el proyecto me encontré con que no podía escribir una novela policial en la que hubiera un detective o un policía honesto que fuera creíble (risas).

Pero, puede haberlo...

Puede haberlo, no dudo que exista en la realidad, el tema es la credibilidad que tiene que tener la historia que uno escribe. Me pasó que el coronel Monción, de la primera parte de la trilogía, a mucha gente le gustó como personaje y me preguntaron por qué no era el héroe de la novela. En realidad no era el objetivo. Me pasó también que el personaje de la periodista Mitri Jiménez iba a ser un personaje anexo y eso lo aclaro al final de la novela, era el personaje que le iba a aportar a las abogadas karatecas los datos que ellas iban a necesitar para investigar y eventualmente agarrarse a golpes con todo el mundo, sin embargo termina siendo el personaje central de la historia y se convierte en la investigadora, las otras dos pasan a ser sus ayudantes. Ese fue un proceso que se dio de manera natural mientras la historia iba transcurriendo.

¿Y qué le inspiró a escribir acerca de esos hechos criminales?

Me impresionó mucho la trilogía de Stieg Larsson con el personaje Lizbeth Salander, que es una muchacha que evidentemente tiene problemas psicológicos muy marcados, pero que tiene a su vez un coeficiente intelectual tan grande que se convierte en un genio del hackeo de computadoras. Llega a ser tan genial Lizbeth que a un banquero corrupto le hackea sus cuentas bancarias y todo ese dinero pasa a ser de ella y el tipo queda en la calle. Obviamente esas son cosas que suceden dentro de una historia literaria. No creo que en la vida real puedan ser factibles. Cuando terminé de leer esa novela que transcurre en Suecia me pregunté cómo sería si esta historia transcurriera en Dominicana.

El escritor Juan Gabriel Vásquez dice que las novelas no dan más respuestas sino más preguntas.

Sí, exactamente. Y hay un momento en que el personaje, la situación, la trama, todo plantea una serie de interrogantes que si uno tratara de responderlos en su totalidad se volvería loco (Risas); no creía en eso hasta que me puse a escribir novelas. Yo conocí al escritor Leonardo Padura y le pregunté por un personaje de una novela que él escribió y él me dijo: “Yo nunca supe quién era esa” (Risas). Y a mí me parecía que ese personaje era lo suficientemente real y daba la impresión de que era parte de sus afectos. Supongo que eso debe suceder todo el tiempo y que le debe suceder a la gente que fabula. De hecho, Los escritores son unos fabuladores más metódicos que el resto de fabuladores.

¿Y la mayoría tiene problemas de ego?

Supongo que sí. A mí me sucedió en la juventud cuando escribía poesía y estaba convencido de que mis poemas estaban destinados a revolucionar la historia de la literatura, pero eso se me pasó muy pronto. He conocido gente que escribe muy bien y que sin embargo siempre está inconforme porque le parece que no recibe todo el reconocimiento que debiera. En lo personal, hace mucho que dejó de importarme la fama, la popularidad, como todos los escritores yo soñé durante muchos años en que podía vivir de la literatura, que mi obra se vendería, pero con el tiempo... me di cuenta que no.

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Infografía
En febrero de 2015, el escritor Santiago Almada publicó su primera trilogía en Amazon. (DISEÑO E ILUSTRACIÓN DE LAS PORTADAS: ELIZABETH VELOZ)
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