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Algo anda mal

Mercado de acciones en EE.UU. ha dejado de ser el termómetro de la salud de la economía

Cuando alguien se pone triste al ser informado de una buena noticia, algo debe andar mal con esa persona. Pudiera ser que lo que sucedió beneficie a otro individuo con quien no simpatiza o a quien envidia. O que le agrada el sufrimiento como forma de expiar pasadas culpas. O que sus objetivos en la vida son diferentes a los de la comunidad a la que pertenece, haciendo que lo que es bueno para los demás sea malo para él.

Las buenas noticias acerca del desempeño de la economía EE.UU. provocaron el mayor desplome registrado en el índice de precios de las acciones de compañías. Son empresas cuyas ventas, y por ende sus ingresos, dependen en mayor o menor medida de las compras que hacen los consumidores estadounidenses. Sería de esperar, que sus propietarios, que son los dueños de las acciones, festejaran los datos de que las solicitudes de compensaciones por desempleo están disminuyendo, que la inflación se acerca al nivel deseado para estimular los gastos, que el volumen del comercio de mercancías en la temporada navideña superó al de los años anteriores, que la construcción y el valor de las viviendas ha salido del ciclo bajista, o que los inventarios y las órdenes colocadas apuntan a una ulterior reactivación industrial.

Pero ocurrió lo contrario, por temor a que la Fed suba las tasas de interés, lo que revela que los sucesos que los inversionistas conciben como buenos difieren de los que favorecen a la economía en su conjunto, y que sus metas pecuniarias obedecen a situaciones propias alejadas del bienestar de los demás. La razón de esa discrepancia es que el mercado de acciones en EE.UU. ha dejado de ser el termómetro de la salud de la economía, para convertirse en un instrumento político dominado por fondos especulativos de corto plazo, nutridos por las emisiones monetarias de la Fed, sin contar con la brújula que representaban las tasas fijadas por el mercado.