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Doctor José Miguel Gómez: “El Estado ha tumbado la autoestima del dominicano”

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Doctor José Miguel Gómez: “El Estado ha tumbado la autoestima del dominicano”
Doctor José Miguel Gómez, psiquiatra. (MARVIN DEL CID)

SANTO DOMINGO. ¿Estamos ansiosos? ¿Deprimidos? ¿Optimistas? Si sentáramos al país en un diván... ¿cuál sería el diagnóstico? Al Dr. José Miguel Gómez se le reconoce como un divulgador de la psiquiatría social. En su consulta -privada y pública- recoge el sentir de una sociedad en transformación y que marcha a varias velocidades. Este es su diagnóstico. Y también, su receta.

—Usted se ha interesado por aplicar la psiquiatría a la observación del grupo. ¿Se puede identificar un estado de ánimo colectivo?

Sí. La siquiatría social va estudiando los fenómenos sociales que influyen en el comportamiento de las personas. Lo que acontece en una sociedad, en un hecho histórico determinado, incide mucho en el comportamiento del grupo. Hoy habría que atender a los efectos de una crisis económica que es ya una crisis estructural. Como trabajadores de la salud mental observamos esos indicadores de riesgos psicosociales que empujan a la gente a padecer trastornos mentales o alteración de la conducta o a tener problemas de salud mental. Debemos buscar una respuesta que no solo sea biológica, que sea también la respuesta psico-emocional.

—¿Qué problemas determinarían hoy esa respuesta?

La sociedad dominicana está viviendo en un mundo globalizado con problemas de inseguridad, desempleo, de insatisfacción, de desesperanza aprendida. La mayoría no tiene acceso al desarrollo social. En toda Latinoamérica han aumentado los riesgos de salud mental. Latinoamérica ha entrado en un proceso de lo que Durkheim en el siglo pasado llamó la “anomia social”: sociedades que entran en una incapacidad para responder, para organizarse y buscar respuestas a sus propios males. Por ello se quedan desorganizadas, se patologizan y se les complica organizarse. Por otro lado Harry S. Sullivan habla de la “desmoralización sin esperanza”: hay gente que no ve la posibilidad de cambiar el rumbo de su vida, de que puedan cambiar los indicadores socioeconómicos. Pierden la esperanza de que su vida va a mejorar.

—¿Identifica eso ahora en el país?

Sí. Por ejemplo, este movimiento del 4% para la educación fue una expresión de una sociedad con esperanza, que demanda a través de la movilización y la organización. Los movimientos de Loma Miranda, Los Haitises, ahora el Libro Verde... Una sociedad puede darse cuenta de que está entrando en una crisis y tiene dos salidas: o entra en caos y se organiza la sociedad civil y demanda políticas de inclusión social, o simplemente entra en lo yo llamo la patología social dominicana y continúa enferma. Es una sociedad no inclusiva, no es cohesionada, equitativa, sin oportunidades para los jóvenes y sin respuesta a los problemas sociales acumulados de décadas.

—Interpretando lo que usted dice ¿estamos en un momento de indecisión entre la organización y el reclamo o dejarnos vencer por el caos?

Tenemos los mismos indicadores que tenían hace 20 ó 25 años México, Guatemala, Honduras... Cuando uno ve que el Estado ha perdido la capacidad de organizar, de dar respuesta a través de las políticas públicas y de las medidas económicas y sociales es cuando se da cuenta que si República Dominicana no toma los correctivos de lugar... apunta a la dirección de esos países. Me preocupan los indicadores de inseguridad tan altos.

—Usted ha escrito: “Existir implica construir propósitos”. ¿Tenemos como nación un propósito común?

Yo pienso que hemos perdido el proyecto de país –y me duele decirlo-. Pienso que nos estamos convirtiendo en una sociedad cada vez más individualista, menos gregaria. Es una sociedad excluyente, individualista, de necesidades de grupos. Pienso que el proyecto de nación que se empezó y que quiso organizarse desde la primera República es un proyecto pendiente y que hay males en República Dominicana de un siglo que todavía no han podido ser superados.

—También ha escrito mucho sobre la juventud y la describe un poco desesperanzada. ¿Cree de verdad que la generación de jóvenes tiene un futuro difícil?

Sí. Yo trabajo con jóvenes y hablo mucho con jóvenes. Se han hecho estudios. Los jóvenes de clase media o media alta que han podido ingresar a las universidades, que tienen maestría y PH... todos hablan del factor migratorio y cómo se insertan en Canadá, en Europa o en un país desarrollado. Ven que la movilidad social, y económica en República Dominicana no se está dando. No hay oportunidades inclusivas para ellos.

En los sectores medio y medio bajo están en la supervivencia: muchachos que llegan a la universidad pero se les hace difícil encontrar un empleo de calidad a través del que conseguir la movilidad basada en el esfuerzo. Se les hace imposible con los salarios actuales tener un apartamento, comprar un vehículo, dar a sus unos hijos unos niveles de educación. Conseguir la movilidad social a través de su esfuerzo.

En los sectores pobres y excluidos los jóvenes están en desesperanza. No tienen empleo, no tienen oportunidades, no saben cómo construir proyectos de vida. La sociedad no les prepara para entrar al mercado formal o al mercado de las tecnologías o no les forma en carreras técnicas a corto y mediano plazo que les puedan insertar a la economía. Esa masa de jóvenes entre 18 y 30 años que vive en la marginalidad social, que han emigrado en una sociedad que hace 15 o 20 años era eminentemente rural y ahora es urbana. Esa movilidad que ha venido de los grandes campos en grandes masas ha venido a la periferia a los cordones de miseria de la marginalidad de las grandes ciudades como Santo Domingo, Santiago, San Cristóbal, La Romana, Higüey, La Vega, Moca.

Esa migración fuerte de lo rural a lo urbano es más susceptible de caer delincuencia, pandillerismo, al micro tráfico, al mercado informal para poder subsistir. Eso te habla de un nivel de resentimiento social que se acumula.

—Usted habla también de que es el momento de la fortaleza emocional ante los avatares de la vida...

Yo pienso que en una de las revisiones que va a tener que hacer la sociedad dominicana es replantearse las soluciones. Buscar alternativas que no sean globales, no buscar los mismos indicadores de los países de economía fuertes o dominantes que son los que están “bajando línea” a través de los préstamos que conceden, y a través de las políticas sociales que sugieren o imponen.

La República Dominicana tiene una realidad: tenemos que invertir más socialmente. Replantear algunas cosas pendientes porque esto es insostenible. Pienso en el problema de la inseguridad ciudadana, en esa Ley General de Salud que hay que revisar porque se hizo bajo una visión que no incluye la comunidad, sino financiera, de lucrar los grupos financieros.

—¿Son tiempos más difíciles que otros tiempos?

Yo pienso que son tiempos más difíciles porque la sociedad es más compleja y ha crecido. Es evidente que en los últimos 20 años hemos tenido crecimiento en toda Latinoamérica y más en República Dominicana pero no es un crecimiento que rompa el círculo de la pobreza.

—Dígame si esta frase le parece realista: “El dominicano siempre se abre paso cuando emigra, pero aquí espera que todo lo resuelva el Estado”.

Sí, eso tiene algo de verdad, pero es que el Estado le ha dado esa condición sico-emocional del paternalismo y acatamiento social. Es decir, el Estado ha tumbado la autoestima, la capacidad de articular proyectos en términos colectivos y de organizarse a los grupos excluidos de la sociedad dominicana. El Estado dominicano una vez que ha implementado el paternalismo social, el clientelismo, el populismo, el asistencialismo, ha buscado recursos y políticas que no son propias de República Dominicana, que son propuestas del BID y de los grandes organismos, como el asistencialismo a través del Estado.

Eso crea parasitismo social; eso crea una sociedad que entra en el acatamiento social, una sociedad que no despierta y una sociedad que no crea, que no se organiza, unos grupos sociales excluidos que aprenden a depender del Estado y entonces se genera una sociedad desesperanzad a y dormida en el tiempo que no es capaz no solo de contextualizar, sino que es incapaz de entender su propia pobreza.

—¿El dominicano es feliz?

El dominicano es alegre y solidario. Los dominicanos están sufriendo crisis de ansiedad, Cada vez hay más casos de depresión. En términos socio culturales por su expresividad, por su forma cherchosa, gregaria, colectiva del folklore y la cultura; por el sincretismo del dominicano y por expresividad, se ha confundido y lo confundieron poniendo que el dominicano es una sociedad eminentemente feliz... Yo pienso que eso en términos socioculturales la sociedad es así, feliz. Pero, a mí me duele que la economía, el crecimiento desigual y la inseguridad va creando y rompiendo ese modelo que tenemos.

Y estamos pasando a ser una sociedad más individualista, una sociedad más paranoica, más desconfiada, más suspicaz, menos solidaria, menos altruista, menos comprometida, y menos sintiente; eso está rompiendo este modelo de sociedad.

—¿Está suficientemente garantizada la salud mental en todas las capas de la sociedad?

No. Recuerda que todavía el sistema de la Ley de Salud (La Seguridad Social del Sistema Contributivo), las AFP y las aseguradoras de Salud excluyen las enfermedades mentales y los medicamentos, algunos de los cuales son altamente costosos. Y eso es una barbaridad. Que una persona con trastorno bipolar, o una esquizofrenia o una depresión o un trastorno de adicción o un envejeciente con un problema de Parkinson, demencia, o de una enfermedad crónica, cuando va a requerir la ayuda por una enfermedad catastrófica el sistema no le responde. La Ley de Salud del Sistema Contributivo lo excluye. Es una sociedad que está muy cargada de desesperanza, de abatimiento, de sufrimiento. Va aumentando la esperanza de vida, pero hacia la tendencia de mala calidad de vida.

Y van a continuar aumentando los temas de ansiedad, alcoholismo, de adición y consumo de drogas, van a aumentar los homicidios, o te van a aumentar las muertes por sicariato, y la sociedad empezará cada día a ser más desorganizada.

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