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Los dos asaltos al Royal Bank

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Los dos asaltos al Royal Bank
Sucursal del The Royal Bank of Cánada en Santiago.

En el año 1954, durante plena dictadura de Trujillo, un grupo de individuos de Santiago desafió al régimen, efectuando algo increíble para la época: el asalto al The Royal Bank of Canada.

El asalto fue planificado y dirigido por los hermanos Maldonado. Este hecho consternó a la familia dominicana, no acostumbrada a ver este tipo de actividad delictiva.

Los asaltantes se presentaron un sábado en la mañana a la oficina del Banco en la calle Del Sol, en pleno día, vestidos de militares, y encañonaron a los empleados, obligándoles a abrir la bóveda principal.

En el operativo perdió la vida un empleado de dicha institución, que fue ahorcado, otros fueron salvajemente golpeados y varios dejados encerrados en la bóveda, salvando milagrosamente la vida por la acción de algunos técnicos que lograron abrirla “volando” las cerraduras.

Los asaltantes utilizaron en su operativo un carro Ford negro, modelo 1951, y se dirigieron hacia la capital por la vía de Puñal, estableciendo un récord de velocidad para llegar a la ciudad, según las crónicas de la época. Fueron hechos prisioneros y fusilados por orden del dictador, alegando “intento de fuga”.

Según versiones, los hermanos Maldonado eran personas vinculadas y creyentes en asuntos de “brujería”.

El otro asalto a la misma institución ocurrió en el año 1970, a la sucursal del Ensanche Naco, también en horas del día, exactamente a las 12:03 p.m., siendo quien escribe funcionario de esa institución y laborando el día del atraco.

A la oficina de Naco se presentaron unos individuos vestidos de militares de varias instituciones castrenses, recuerdo uno vestido de policía y otro de marino. A la hora de cerrar la oficina (12 meridiano) se presentaron los “militares” golpearon al guardián de seguridad, escapándose un disparo en dicha circunstancia.

Los asaltantes entraron a la oficina corriendo y vociferando: “Esto es un asalto, todos al suelo”. En la oficina aún quedaban unos 10 o 12 clientes, cinco cajeras y dos o tres empleados, entre ellos quien escribe, que era el funcionario de mayor rango en ese momento, ya que el gerente y el contador no se encontraban en la oficina al efectuarse el atraco.

Yo estaba en mi escritorio de frente al salón principal y me quedé anonadado al ver y oír a los asaltantes. No sabía realmente qué era lo que pasaba, hasta que un individuo vestido de policía, con una ametralladora del tipo “Cristóbal” me ordenó: “De pie, a la pared con las manos arriba”. Y me empujó por la espalda. Me quedé “frío” y obedecí.

Se dirigieron a todas las cajeras e introdujeron en varias bolsas de tela todo el dinero de las cajas. Al ver que la suma no era de consideración, llamaron para pasar a la bóveda principal. La bóveda estaba bajo la custodia de la cajera principal “Lolita” y el contador, un joven inglés llamado Allan Mole. “Lolita” se dirigió a la bóveda y abrió su combinación y, de una manera increíble, con un dedo, corrió la otra combinación del Sr. Mole y se les dijo que estaba fuera, lo cual era cierto.

De esa forma los asaltantes no pudieron abrir la bóveda principal.

En esos momentos de tensión y temor, todos permanecíamos tirados con las caras al suelo y los brazos abiertos. Los asaltantes se movían también nerviosos y nos decían: “Quien levante la cabeza le volamos los sesos”. En un momento pensé: “Estas gentes nos van a ametrallar antes de irse y yo no voy a morir así pendejamente”. Levanté ligeramente la cabeza, pensando “marcharle” al vestido de marino, dizque para quitarle el revólver que tenía y así “hacer algo”. Cosas de juventud.

El “marino” al verme con la cabeza levantada se dirigió a mí y bruscamente me empujó con al cañón del revólver niquelado que portaba y me increpó: “te voy a volar los sesos”. Me quedé como un témpano de hielo esperando el “fuetazo” y veía mis sesos “volar como mariposas”. En ese instante, que fue un siglo, solamente lamentaba que me iba a morir sin haberme casado con mi bella novia. Al lado mío en el suelo, sollozaba mi compañera de trabajo Rocío Morel (E.P.D.) que decía: “¡Ay Frank te van a matar!”. El marino me empujó con el cañón en la nuca y me dolió, pero me dejó vivo.

Posteriormente pude constatar por documentos incautados por la Policía que los asaltantes eran del grupo “Los Palmeros” y vi una carta escrita de puño y letra en lápiz del comandante “Román”. La carta recuerdo, estaba escrita en papel amarillo de una libreta corriente. Los asaltantes fueron ultimados en las Américas en el famoso enfrentamiento.

Lo sorprendente de este relato es que de las personas que fueron encerradas en la bóveda del asalto del Royal en Santiago estaba el señor Alfredo Victoria, y cuando el atraco era gerente del Banco en Naco, aunque no estuvo en el momento.

Varios años después fue asaltado el Scotiabank en Arroyo Hondo y el gerente del banco era el hijo del señor Victoria. Creo que esto es digno de registrar en los récords Guinness. Dos bancos canadienses atracados, y padre e hijo de gerentes de ambos en el momento del robo.