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¿Y dónde está la solidaridad?

Cuando el silencio de una escuela dice más que mil comunicados

Habrá quienes opinen que ya se ha hablado demasiado del caso de la niña Stephora, que los medios insistimos en un episodio que, según algunos, no pasa de ser un accidente. ¿Alguien ha decretado, acaso, la fecha de caducidad del dolor? Se vuelve sobre el tema porque aún quedan zonas de sombra que las autoridades no han querido —o no han logrado— iluminar. 

¿Cuántos videos fueron realmente requisados?, ¿Qué dijeron los presentes en el centro recreativo donde ocurrió el ahogamiento?, ¿Existe alguna conexión entre el bullying que sufría la niña y la negligencia que rodeó su muerte? No se trata de encender hogueras, sino de esclarecer. Tenemos derecho a la verdad y a la tranquilidad moral que ofrece una investigación completa.

Incomprensible, sin embargo, es el comportamiento del Colegio Da Vinci, donde Stephora estudiaba. Emitió un comunicado público, sí, pero nunca ha contactado a la madre. Ni un mensaje directo de acompañamiento, ni una palabra de consuelo, ni un gesto mínimo hacia una mujer devastada. Esa ausencia ofende y revela una concepción pobre —mezquina, incluso— de la responsabilidad educativa.

Educar no es solo transmitir contenidos ni administrar horarios; es también sostener a los propios cuando caen. Y aquí cayó una niña de once años. El colegio, en cambio, se refugió en ligerezas y en prudencias mal entendidas, como si la empatía fuese un riesgo y no un deber.

Esa reacción es una forma de deshumanización. La escuela —esa "segunda casa"— debió ser la primera en decir: estamos con ustedes, compartimos el duelo, reconocemos el dolor. Nada de eso ocurrió. Y uno imagina que hasta el propio Leonardo da Vinci, tan fino observador del alma humana, se habría sorprendido ante tanta frialdad.

El silencio, a veces, dice demasiado. Y casi siempre, dice mal.

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Aníbal de Castro carga con décadas de periodismo en la radio, televisión y prensa escrita. Toma una pausa en la diplomacia y vuelve a su profesión original en DL.