Yo también protesto
Justicia independiente aunque incomode a la multitud
Yo protesto por los que protestaron frente al Palacio de Justicia por el caso Senasa. No porque protestar sea malo —faltaría más— sino porque protestaban para presionar a la justicia, para torcerle el brazo y obligarla a dictar las decisiones que los manifestantes ya traían redactadas en la cabeza y en los cartelones. Yo protesto porque eso no es civismo, sino chantaje con megáfono.
Yo protesto porque se pretende coartar la independencia de la justicia y forzarla a decidir según lo que la turbamulta entiende que es justo. Como si el debido proceso fuera un estorbo, como si las pruebas sobraran cuando hay consignas, como si los jueces debieran leer pancartas en vez de expedientes. Hoy se pide cárcel a coro; mañana, absolución. Todo depende del humor del día.
Yo protesto porque se intenta desnaturalizar la separación de poderes, uno de esos conceptos que muchos invocan pero pocos toleran cuando no les favorece. El poder judicial no está para complacer ni para vengar, sino para juzgar, aunque no coincida con el deseo popular, ni con las redes sociales.
Resulta curioso. Durante años exigimos una justicia que no obedeciera llamadas, presiones ni órdenes. Ahora que empieza a incomodar, queremos devolverla al redil, con silbatos y consignas. Queremos jueces valientes, pero solo si fallan como queremos. Independientes, pero no tanto.
La democracia no es que la calle sustituya al tribunal. Es aceptar que hay reglas, tiempos y procedimientos, incluso cuando frustran nuestras expectativas. Lo otro es populismo penal, justicia instantánea, linchamiento simbólico con vocación de precedente peligroso.
Yo protesto, sí. Protesto contra la idea de que la justicia deba aplicarse al ritmo de los aplausos. Cuando la ley se dicta en cartelones y vocinglería, deja de ser ley y se convierte en espectáculo. Protesto porque no se deje a la Justicia impartir justicia.

Aníbal de Castro