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Tan comunicados y tan solos

La tecnología ofrece velocidad, alcance y comodidad, pero no garantiza vínculo

Leía en La Civiltà Cattolica, la excelente revista de la Compañía de Jesús, sobre una paradoja advenida con la revolución tecnológica. Nunca hubo tantos canales para decir y, sin embargo, tan pocas certezas de ser escuchados. Vivimos rodeados de tecnologías diseñadas para acortar distancias -correos electrónicos, teléfonos móviles, mensajería instantánea- y, aun así, la comunicación profunda parece cada vez más esquiva. Falta confianza, no palabras.

El chat, apunta la publicación, es quizá el mejor símbolo de esa contradicción. Nace de una necesidad genuina de contacto, de la urgencia humana por no estar solo, pero al mismo tiempo se apoya en el anonimato, en la máscara, en el sobrenombre. Se habla desde una trinchera. Se comparte, pero con guantes. Esa protección revela algo inquietante: no tememos comunicar, sí a las consecuencias de hacerlo.

La tecnología ofrece velocidad, alcance y comodidad, pero no garantiza vínculo. Multiplica los mensajes, no la comprensión. De ahí que el intercambio digital, por intenso que sea, rara vez resuelva la soledad de fondo. Puede aliviarla momentáneamente, distraerla, incluso anestesiarla, pero no la sana. La soledad es también la ausencia de un espacio donde uno pueda mostrarse sin miedo y no solo ausencia de interlocutores.

La comunicación verdadera exige algo que ninguna aplicación puede programar: seguridad psicológica. Un clima en el que hablar no implique riesgo, en el que disentir no conduzca al linchamiento, en el que la fragilidad no sea utilizada como arma. Sin ese suelo firme, las palabras se vuelven tácticas y no puentes; estrategias de defensa, no actos de encuentro.

Quizá por eso hablamos tanto y decimos tan poco.  Mientras no aprendamos a escucharnos sin herir, seguiremos refugiándonos en pantallas que conectan cuerpos y no almas. Ninguna innovación tecnológica podrá suplir esa carencia esencial. 


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Aníbal de Castro carga con décadas de periodismo en la radio, televisión y prensa escrita. Toma una pausa en la diplomacia y vuelve a su profesión original en DL.