La verdad como pilar de la democracia
Transparencia, hechos y rendición de cuentas, la doctrina Abinader frente al ruido político

En toda democracia madura, la verdad no solo es un valor moral: es un principio de gobernabilidad. Las instituciones se sostienen sobre hechos verificables, no sobre rumores ni narrativas diseñadas para distorsionar la percepción pública. En los últimos años, el país ha sido testigo de un fenómeno global: la sustitución de la realidad por matrices de opinión fabricadas con precisión estratégica. No se trata de crítica política legítima —siempre necesaria—, sino de campañas orientadas a empañar la credibilidad del Estado y del liderazgo que lo conduce.
El gobierno del presidente Luis Abinader ha enfrentado ese desafío con una doctrina clara: transparencia, información y verdad. Frente a la manipulación, datos; frente al ruido, hechos; frente a la distorsión, rendición de cuentas. Esa ha sido la base de un estilo de gobernar que privilegia la luz sobre la sombra, la responsabilidad sobre la especulación.
Matrices construidas, realidades ignoradas
Algunos episodios recientes evidencian cómo sectores específicos intentan confundir la opinión pública asociando al gobierno o al partido con acciones individuales que, lejos de representar al PRM, contradicen su esencia. La estrategia es antigua: convertir casos aislados en supuestas "pruebas" de fallas estructurales. Pero la verdad es otra, y está documentada: el gobierno ha sido el primero en respaldar la independencia del Ministerio Público; el primero en no proteger a nadie; el primero en desmontar la impunidad como regla. Nunca había existido un compromiso tan firme con la justicia, aun cuando la verdad sea incómoda.
Convertir esa firmeza en "culpa" es una distorsión deliberada. Defender la verdad es defender al estado, no al individuo.
La importancia de decir la verdad a tiempo
En política, callar ante la mentira no es prudencia: es permitir que otros construyan la realidad. Por eso, la responsabilidad del liderazgo —y del partido que gobierna— es presentar la verdad con serenidad, sin estridencias, sin caer en confrontaciones estériles. La verdad, cuando se presenta con claridad y evidencia, desarma la maquinaria del ruido. No se trata de responder a cada ataque, sino de evitar que el silencio permita que la mentira se convierta en "percepción pública".
El PRM y la madurez institucional
En este contexto, destaca la reciente Jornada Nacional de Verificación de las Filas Partidarias, un ejercicio inédito en la política dominicana. Mientras otros actores intentan sembrar dudas sobre la integridad del partido, el PRM eligió abrir sus padrones, depurar, transparentar y fortalecer su estructura desde dentro.
Esa decisión no es un gesto administrativo: es una señal inequívoca de madurez política y de respeto a la militancia. Un partido que se revisa a sí mismo, que valida su gente, y que depura donde debe hacerlo, es un partido que entiende que la integridad es un activo estratégico de la democracia.
Verdad, institucionalidad y futuro
El país avanza porque ha recuperado algo fundamental: confianza. Confianza en que las obras se ejecutan; en que los recursos se manejan con transparencia; en que la seguridad mejora; en que la economía se sostiene incluso en medio de turbulencias globales; en que la frontera se defiende sin vacilaciones; en que la independencia del Ministerio Público no es discurso, sino práctica.
En este momento histórico, la mayor responsabilidad del liderazgo político no es ganar debates mediáticos, sino proteger la verdad como patrimonio común de la República. Porque cuando la verdad se sostiene, el ruido se desvanece. Cuando la verdad se documenta, la manipulación pierde fuerza. Y cuando la verdad se convierte en política de estado la democracia se vuelve más fuerte.
Dominicana ha elegido avanzar con hechos, y esa voluntad debe prevalecer sobre cualquier intento de empañar lo que se está construyendo. Decir la verdad, defenderla y sostenerla no es una estrategia de comunicación: es un deber de Estado.

Deligne Ascención
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