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Cuando un país pierde la confianza...

La confianza perdida se convierte hoy en el mayor desafío institucional del país

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Cuando un país pierde la confianza...
Recuperar la confianza nacional exige carácter y decisiones que no pueden postergarse.

La confianza es un activo intangible, pero decisivo. No aparece en los informes del Banco Central ni en las estadísticas oficiales, pero define el rumbo de un país tanto como la inflación, el crecimiento o el empleo. Cuando se fortalece, la sociedad avanza; cuando se quiebra, todo se vuelve frágil: la economía, la política, la convivencia y hasta la esperanza colectiva.

En la República Dominicana estamos viviendo un momento en el que la confianza se siente golpeada desde múltiples direcciones. No es un fenómeno abstracto ni emocional; tiene causas reales que se han acumulado y que hoy afectan seriamente la percepción de futuro de amplios sectores de la población, en especial de la juventud.

Una crisis que ya no es solo económica

Durante años, la discusión pública se centró en si el país crecía o no. Hoy, la pregunta que predomina en los hogares es otra: "¿Por qué el crecimiento no se siente en mi vida diaria?"

Los salarios siguen sin indexarse al ISR.

El costo de vida presiona.

El endeudamiento familiar aumenta.

La clase trabajadora vive en modo resistencia, haciendo esfuerzos extraordinarios para mantener un nivel de vida que antes lograba con menor sacrificio. Esta desconexión entre los indicadores macroeconómicos y la realidad cotidiana es uno de los primeros detonantes de la pérdida de confianza.

Escándalos que se acumulan y un sistema que no reacciona a tiempo

A esta presión económica se suman episodios que han sacudido el clima institucional: casos de corrupción de alto perfil, investigaciones internacionales que revelan vínculos entre actores políticos y redes criminales, y procesos judiciales que en su mayoría no nacen aquí, sino en otras jurisdicciones.

La ciudadanía observa algo preocupante: cuando los expedientes se descubren desde afuera, la percepción que queda es que las instituciones internas no están cumpliendo su rol a tiempo.

Ese es un golpe directo a la confianza pública.

La juventud: entre la incertidumbre económica y la desilusión política

Los jóvenes dominicanos enfrentan una doble frustración:

  • una economía que ofrece menos oportunidades reales de ascenso social,
  • y una política que no logra transmitir credibilidad ni sentido de dirección.

Muchos sienten que el esfuerzo individual no basta.

Otros ven la emigración como una alternativa racional.

Y una parte creciente se mantuvo al margen en las últimas elecciones.

La abstención —que alcanzó niveles preocupantes— no es apatía. Es desconfianza.

Es la señal más clara de que el contrato entre ciudadanía y sistema político está erosionado.

El impacto en la economía: cuando la inversión se vuelve cautelosa

La confianza no solo afecta la política; define el comportamiento económico.

En reuniones privadas, empresarios y líderes productivos reconocen lo que no siempre se dice en público: hay proyectos pausados, inversiones reevaluadas y decisiones importantes aplazadas.

No por falta de capacidad productiva, sino por incertidumbre institucional.

La economía puede aguantar tensiones, pero no indefinidamente.

Y ningún país crece con un sector productivo a la defensiva.

La política en tensión: puertas que nunca debieron abrirse

No se trata de un fenómeno exclusivo de un país o de un partido; es un riesgo regional que todos debemos prevenir.

Sin embargo, en los últimos cinco años, más de una decena de dirigentes, diputados, regidores y hasta un asesor presidencial del partido de gobierno han sido condenados, extraditados o investigados en Estados Unidos por vínculos con el narcotráfico y lavado de activos.

Eso no es un caso aislado ni herencia del pasado: es una falla grave de control interno que ocurrió durante el actual período de gobierno y que exige correctivos inmediatos.

Cuando el crimen organizado decide quién financia, quién aspira y quién gana, ya no hablamos de ideología: hablamos de soberanía.

La justicia que llega desde afuera: la señal más dolorosa

Quizá la herida más profunda es esta: que los casos más relevantes de los últimos años hayan sido develados, procesados y sancionados fuera del país.

Para la ciudadanía, el mensaje es claro:

"Si la justicia verdadera no nace aquí, ¿qué está fallando dentro del sistema?"

Esa es la pérdida de confianza más delicada.

Y es la que toma más tiempo sanar.

¿Qué hacemos ahora? La respuesta es más simple de lo que parece: carácter

Carácter para asumir errores.

Carácter para corregir.

Carácter para cerrar la puerta por donde entró lo inaceptable.

Carácter para recuperar la confianza perdida sin excusas ni retóricas vacías.

Eso implica:

  • Depuración estricta de aspirantes y candidatos.
  • Transparencia total en el financiamiento político.
  • Controles independientes y verificables.
  • Un sistema judicial que actúe con prioridad y sin intervenciones externas.
  • Una visión de Estado que devuelva la dignidad al ciudadano.

Carácter...una necesidad nacional 

La confianza no se recupera con cadenas nacionales ni con comunicados de emergencia.

Se recupera con verdad, coherencia, institucionalidad y carácter.

Estamos a tiempo.

La República Dominicana tiene la fortaleza humana, productiva y democrática para superar este momento.

Pero el reloj institucional ya empezó a correr.

Recuperar la confianza del país no es una opción política.

Es una necesidad nacional.

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El autor es especialista en Gobernabilidad y Gestión Pública y fue Director de Competitividad de la República Dominicana.