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Año nuevo: optimismo realista

Razones para creer en un mejor futuro

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Año nuevo: optimismo realista
El nuevo año y la oportunidad de hacer las cosas bien. (FUENTE EXTERNA)

Comenzar el nuevo año con optimismo es elegir la esperanza como punto de partida para una etapa de mejoría nacional. Y esa esperanza debe convertirse en una ruta de trabajo hacia mayores avances en educación, economía, salud, agricultura, transporte y bienestar general de la población.

Conviene aclarar que el optimismo responsable no es ponerse espejuelos oscuros para no ver los baches; es mirar el camino completo y afirmar, con argumentos, que podemos mejorarlo. Si algo nos enseñan los últimos años es que, aun con tropiezos, el país ha mostrado capacidad de crecimiento, adaptación y empuje productivo. Así lo indican los hechos cotidianos: más actividad económica, mayor dinamismo del empleo formal, un sector privado que invierte y un Estado que, cuando organiza bien sus prioridades, logra empujar obras y servicios que impactan directamente la vida de la gente.

En materia laboral, aunque la informalidad prevalece, se percibe una expansión del empleo formal respecto a períodos anteriores. Ese dato tiene un valor social importante: el empleo formal crea estabilidad, acceso a seguridad social, crédito y planificación de gastos familiares. A la vez, el salario mínimo ha registrado aumentos que antes eran impensables en términos nominales. Falta todavía para que el ingreso real alcance la canasta familiar como quisiéramos, pero el hecho de que el tema salarial se mantenga en agenda y avance por acuerdos o decisiones oficiales es una señal de que el país entiende que el trabajo no puede seguir siendo sinónimo de sobrevivencia.

La vivienda continúa siendo un desafío. El sueño de la casa propia se va realizando, aunque no a la velocidad deseada. Pero es de justicia reconocer que la construcción de viviendas, pública y privada, mantiene un ritmo esperanzador y que, al mismo tiempo, el sistema financiero ha ampliado opciones que facilitan el acceso, especialmente para sectores de ingresos medios. Aquí el optimismo debe ser exigente: construir más no basta si no se construye mejor, con planificación urbana, transporte cercano y servicios públicos que no obliguen a vivir "barato", pero lejos de todo.

El desempleo, aunque todavía duele en barrios y campos, se ha ido reduciendo. Sectores como las zonas francas y el turismo han contribuido a esa mejoría. El turismo, por ejemplo, no solo llena hoteles: mueve transporte, comercio, agricultura, servicios y empleos indirectos. Y las zonas francas, en un contexto global de reordenamiento de las cadenas de suministro, seguirán siendo una plataforma si apostamos por capacitación técnica y valor agregado, no solo por mano de obra barata.

También la pobreza monetaria, esa que se siente cuando el ingreso no alcanza para llegar a fin de mes, muestra una tendencia a la baja. Organismos internacionales han sostenido que, con políticas consistentes, podría reducirse de manera acelerada en los próximos años. El punto clave es que la pobreza se derrota con productividad, educación de calidad, servicios públicos decentes y un Estado que cuide con celo cada peso como si fuera de su propio bolsillo, porque lo es.

En cuanto a la educación, el optimismo debe convertirse en impaciencia constructiva. Se han identificado reformas necesarias y, si en este nuevo año se aplican con coherencia y continuidad, podríamos dar un salto importante. No habrá un "milagro educativo" en doce meses, pero sí puede haber un giro: mejores aprendizajes, formación docente sostenida, gestión escolar eficaz y una alianza real con las familias.

Finalmente, la minería y el tema de las tierras raras abren un capítulo delicado. Las exploraciones en el suroeste despiertan expectativas. Hay un potencial significativo, pero la pregunta no es solo cuánto hay, sino cómo se gestionará. La experiencia enseña que los recursos naturales pueden ser bendición o maldición: todo depende de contratos transparentes, beneficios verificables para el país, protección ambiental estricta y reglas claras que no repitan errores del pasado.

Empecemos el año con un optimismo que no sea maquillaje, sino brújula. Con esperanza, sí, pero también con tarea. Porque el país mejora cuando la ilusión se convierte en método y cuando la ciudadanía acompaña, vigila y propone. En resumen: que este año no nos encuentre "soñando bonito", sino construyendo mejor.

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