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AM.-Suprema injusticia

Parece que la intención es mutilar las atribuciones del Tribunal Constitucional, convirtiéndolo en un adefesio a la medida de los miedos de los detentadores del poder.

Se trata de dos escuelas de pensamiento jurídico. Una, anclada en el pasado y otra que mira hacia el futuro.

Aquella, todavía concibe al juez como un ser aislado de toda influencia exterior a pesar de que la experiencia demuestra todo lo contrario. Esta, la del futuro, reconoce que toda litis es más compleja de lo que aparenta y que tras el ropaje de una demanda se esconden lesiones al interés público y a los derechos fundamentales.

Se usa el argumento de que con el Tribunal Constitucional los pleitos no acabarían, lo cual es falso, como se demostró en un AM anterior. Pero ahora tampoco terminan porque pueden llegar hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Se habla de choque de trenes, ignorando que nada puede estar por encima de la verdad jurídica y de la propia vigencia de la Constitución. Quizás lo que se quiere es mantener incólume un estado de cosas que no sirve a la Justicia ni da vigencia a la Carta Magna.

Finalmente, los que se oponen al Tribunal Constitucional con plenas atribuciones podrían estar afilando cuchillo para su propia garganta, pues ¿a dónde van a acudir cuando se cometa la suprema injusticia contra ellos?

El juez constitucional pleno es la única garantía de vigencia de la Constitución. Ya sabemos para que sirve el sistema actual. Ojalá no lloremos lágrimas de sangre.

atejada@diariolibre.com