La teoría y la práctica
El problema es obviamente serio, preocupa más cuando en una semana se dan terribles situaciones, casi una cada día
A las 3:00 de la madrugada se encuentran en un puesto callejero de comida un aficionado a repartir trompadas y un exmilitar que porta un arma ilegal. Ambos, opinan los testigos, han bebido y se enzarzan en una discusión estéril (por no decir idiota) que termina con un hombre muerto y otro preso.
Son dos nombres conocidos y la trifulca se desarrolla en una calle transitada del Distrito Nacional, así que la noticia impacta más que cuando los muertos son anónimos y caen en una riña en un barrio por una partida de dominó o en un pueblo del interior por una deuda de cien pesos.
Y provoca reacciones asustadas, críticas al gobierno y sesudas teorías en extensos párrafos de lenguaje muy bien articulado sobre cómo terminar con la violencia heteropatriarcal, el poso de la cultura trujillista o el efecto de la inflación y el calor sobre la ansiedad de los ciudadanos.
Quizá es más fácil: dos borrachos, uno armado y otro faltón, coinciden en una esquina a las tres de la mañana. El resultado no puede ser bueno.
El problema es obviamente serio, preocupa más cuando en una semana se dan terribles situaciones, casi una cada día. El ministro de Interior y Policía dice una gran verdad que por supuesto se le critica: la Policía no puede poner un agente a vigilar o a cuidar a cada ciudadano.
Para combatir la violencia y la inseguridad (que son dos realidades gravísimas que afectan no solo al turista en sus vacaciones en el resort, sino especialmente a los dominicanos en su barrio y en su vida diaria ) las armas no son tantas.
Por un lado, se trabaja en la teoría: la reforma de la Policía, la educación de sus agentes, la revisión de reglamentos y condiciones, la mejora de sus equipos...
Por el otro, los violentos van directamente a la práctica.