El horror
La violencia sexual como arma de guerra no es privativa de ninguna cultura
La violencia sexual como arma de guerra no es privativa de ninguna cultura. Hoy, ahora, se denuncia que las tropas rusas arrasan las vidas con esa arma cuando conquistan ciudades y el informe de las Naciones Unidas sobre las bandas haitianas es también muy explícito.
Violaciones grupales que duran horas. Mutilaciones. Sexo para acceder a agua y alimentos.
El horror.
Eso pasa ahí mismo, al lado. Un territorio controlado por bandas de delincuentes que provoca en los foros internacionales análisis y discursos. Declaraciones y comunicados. O sea, nada en concreto. ¿Sancionar a Barbecue?
Si la comunidad internacional decide intervenir... ¿será una invasión o una intervención? ¿Importa el nombre? ¿Cuánto más hay que esperar, qué tiene que pasar para que se haga algo?
Haití era el país en el mundo con más oenegés trabajando en su territorio después del terremoto. La ayuda de la Unión Europea fue enorme y constante por muchos años. Nada parece servir, la cooperación no ha sido la semilla del progreso.
No es extraño que la sugerencia del secretario de la ONU, Guterres, haya caído en saco roto. ¿Qué país se presentaría voluntario a dirigir una misión armada en Haití? ¿Qué “poder” o mandato tiene la OEA en este campo?
Pasan los meses y desde el asesinato del presidente Moïse nadie encuentra una salida institucional. El dolor es la cotidianidad.
Esa frontera que divide la isla, como todas las fronteras, es una línea imaginaria. El contrabando de combustible es solo uno de los hilos que tejen la nueva situación. Nadie cree que se hace sin la autorización del Ejército o la Armada dominicana.
Quizá sea la manera de mantener el horror de aquel lado.