Un ensayo fallido
El ensayo no salió especialmente bien.
El ensayo no salió especialmente bien. La presión sobre los conductores para abonarse al Paso Rápido puede presentarse como un avance de la tecnología, una automatización necesaria para agilizar el paso en los peajes, un paso más en la solución al caos del tráfico en carreteras y centros urbanos...
En realidad es una recaudación más del Estado, una urgencia, un pago por adelantado casi obligatorio. El tapón organizado en el peaje de Las Américas este fin de semana demostró o que el sistema no está bien organizado o que al ciudadano no le conviene (o simplemente no quiere) apuntarse al plan. Súmese a la incomodidad de un tapón de más de 25 minutos el gasto en combustible.
Algo hay que hacer, eso es cierto. El tránsito se ha convertido no solo en un peligro real para la vida de los ciudadanos sino en un problema social y económico. Los traslados en la ciudad han obligado a reducir los movimientos. Eso es un freno a la productividad: en el tiempo en que usted hacía tres diligencias o salidas ahora hace una. Pregúntele a los comerciales de las empresas...
La ansiedad por el caos es un tema de salud mental y el irrespeto a las normas de tránsito más elementales es un problema de orden público. Un motorista le choca (o le atropella en la acera, aunque sea surrealista escribir esa frase) y tiene usted un grave problema. Puede ser uno de los dos millones que ni siquiera tiene licencia para manejar un vehículo de motor. Vaya ante un juez... pagará hasta lo que no le corresponde.
Algo hay que hacer, es cierto. Y en esa realidad urgente, en ese reclamo de una ciudadanía agotada, se enmarca este ensayo de recaudación de dinero por adelantado.
Pero no es lo que el ciudadano espera ni necesita particularmente.