Una persona feliz
Conocí la semana pasada a una persona feliz. A veces da saltitos. Es hermosa y vieja, de mirada decidida y risueña, de risa contagiosa
Conocí la semana pasada a una persona feliz. A veces da saltitos. Es hermosa y vieja, de mirada decidida y risueña, de risa contagiosa. La edad no le ha hecho perder la autoridad cuando habla ni el paso decidido, apoyada en un bastón que puede ser guitarra, bate de baseball o espada. Lo que se tercie.
Sor Leonor Gibb podría explicar el sentido de la vida a los que lo han perdido. Es quizá tan feliz porque está orgullosa de su legado en Consuelo, que hoy es un presente pero al que ha sabido dar un futuro. Al menos en eso confía. Una forma de entender el servicio a los demás y la educación que ha permeado en toda una comunidad, no precisamente privilegiada cuando ella llegó en 1959 (ni hoy) y de la que no quiere salir.
En su pueblo la aman. Impacta la alegría con que le reciben, abrazan, respetan. No se ve a menudo algo así, tan espontáneo, tan natural. Niños, jóvenes, mujeres, hombres de trabajo... Es admiración envuelta en cariño espontáneo e indisimulado. Es una persona feliz que junto a sus hermanas de congregación y todo un equipo "local" ha empujado un sistema educativo compacto. Profesores orgullosos de serlo, satisfechos con su vida y su empleo. Y esto, escuelas con docentes contentos podría ser uno de los secretos que deben exportar.
Sesenta y cuatro años dedicados a educar en Consuelo. Más de medio siglo viviendo al día la evolución de la niñez y la adolescencia dominicanas. Luchando por una buena educación en los bateyes y en el pueblo. Y casas para los maestros, y una casa de cultura para el pueblo y un buen dispensario médico, y...
Las Estrellas Orientales deberían hacer a Sor Leonor Gibb madrina del equipo. No solo porque cumple con todos los requisitos que amerita la distinción, es que además es una fanática insobornable del equipo. (Uno de sus pocos errores...)