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Acoso
Acoso

Acosar

Este año más que cualquier otro se habla de violencia contra la mujer. No solo aquí. Los escándalos que llegan de Hollywood, con nombres tan sonoros como Dustin Hoffman o Kevin Spacey, obligan a mirar el delito de acoso sexual con otros ojos. Más bien, con otra decisión.

Ya no solo se trata de llorar a las muertas (asesinato, sin adjetivos que lo “expliquen”) o de revisar leyes. Se trata de redefinir el acoso e identificar dónde empieza y cuándo la tolerancia hacia el abuso verbal o físico es la puerta que conduce a actos de consecuencias más graves. No hay que irse al universo de los artistas más famosos del mundo. Hay que mirar y escuchar en el entorno personal y laboral. Entender.

En cualquier oficina, empresa o ministerio (incluido el de la Mujer, la etiqueta de progresista o de feminista no es escudo) puede ocurrir, porque si algo está probado es que el problema es muy, muy complejo. Denuncias de sexismo se han dado hasta en Silicon Valley, donde trabajan las nuevas generaciones de genios. No es pues cuestión de edad ni de formación.

Banalizar las denuncias perjudica a las víctimas verdaderas. Ignorarlas, todavía más. Achacar el acoso a costumbres o cultura, un signo de atraso. Confundir los piropos malintencionados con galanterías, una patanería, y no distinguir la condescendencia de la caballerosidad, es una estupidez. (Eso vale para ellas y para ellos.)

La persona que denuncia es valiente. Hay unos versos de Fernando Pessoa que hablan del amor. Pero si los sacamos de contexto y los llevamos al que ahora nos ocupa, pueden explicar lo que enfrenta una mujer acosada:

Habla: parece que miente

Calla: parece olvidar

A veces tardan años en verbalizar el miedo y el peligro que han pasado. A eso hay que ponerle fin.

IAizpun@diariolibre.com

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