Alguien más debería hablar
Si algo ha quedado claro es que nada está claro. Ni las cifras de muertos en los países más afectados, ni la de contagiados en el planeta son fiables. Y tampoco queda claro que organizaciones supranacionales como la Unión Europea o las organizaciones mundiales como la OMS tengan la capacidad de acción que les suponíamos.
Pero sí hay una lección en la que los economistas, sean del credo que fueren, coinciden. No se puede descuidar la producción nacional. Ni la agraria ni la industrial, a cuenta de que es más barato importar del otro lado del planeta. Una economía de servicios es fantástica solo cuando hay clientes con dinero para consumirlos y no parece que vayamos para allá.
Aquí, la necesidad de volver al trabajo, a recuperar el sueldo, a mover la maquinaria se siente cada día en la calle con más fuerza. Si enfermeras, médicos, periodistas, gondoleros, cajeras, farmacéuticos, guardianes, pueden trabajar tomando las medidas adecuadas de protección quizá otros oficios puedan hacerlo también. De otra manera, a otro ritmo, con otras condiciones.
Las voces más preocupadas del FMI hablan de una recesión como la de 1929. Otros, como Steve Hanke en una entrevista para BBC Mundo, denuncian el caos que implica el cerrojazo a la economía.
Otros países han elegido hacer más pruebas, identificar a los contagiados y poner en marcha todo lo que puede ponerse a andar.
Podemos salir de 6.00 am a 5.00 pm... ¿no podríamos salir a trabajar? La tensión social empieza a sentirse. El Gobierno debería ya explicar un plan que trascienda el conteo de fallecidos o las multas al que se escape.

Inés Aizpún