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Crisis eléctrica
Crisis eléctrica

Apagones y políticos

Una sola palabra puede describir perfectamente el sistema eléctrico dominicano: precario.

Y lo es, por numerosas razones de carácter económico y político que hemos venido arrastrando desde el ajusticiamiento de Trujillo para acá.

Cuando el dictador compró la Compañía Eléctrica de Santo Domingo en la década del 1950, el país era esencialmente rural. El censo de ese año arrojó que la población total del país era de 2,135,872 habitantes, de los cuales 1,627,534 vivían en la zona rural y solo 508,337 en la zona urbana. Ciudad Trujillo, la ciudad principal del país, apenas tenía 181,000 habitantes.

Con la explosión de la población urbana y la mayor industrialización, la demanda de energía eléctrica se multiplicó y una serie de malas decisiones de política estatal, unida al populismo de nuestro mandatarios, hizo deficitario el sistema en dos aspectos fundamentales: poca cantidad de energía servida y los consiguientes apagones, y pocos ingresos por energía, pues en la nueva libertad que se vivía, eso “era del Estado” y los “padres de familia” no se sentían obligados a pagarla.

Esa situación dura hasta hoy, a pesar de que ha aumentado la generación energética y se ha diversificado la matriz de producción de energía.

Todavía, sin embargo, la gente es renuente a pagar y los políticos no se arriesgan a cobrarla. Con una realidad así, es ilusorio esperar que terminen los apagones.

En realidad, la crisis que tenemos hoy (que renacerá cada vez que suba el petróleo) se la debemos enteramente a los políticos, incapaces de arriesgar capital político para solucionar ninguno de nuestros problemas.

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