Bastenier

Miguel Ángel Bastenier era periodista. Sin calificativos porque no completan, ni eufemismos que pretenden equivocadamente elevar el estatus de la profesión. Era periodista.

Dedicó también muchos años a la enseñanza, y en Santo Domingo pudimos disfrutar de sus talleres en Funglode. Era gruñón, impaciente, divertidísimo, culto. Manejaba maravillosamente el idioma y su vasta experiencia en todos los géneros hacía de sus clases conversaciones en las que la teoría y la práctica se enlazaban ágilmente.

Amaba América y contaba que poder ser profesor de la Fundación Nuevo Periodismo Latinoamericano de Cartagena de Indias era una de las grandes alegrías que había tenido en su carrera. Supo entender el impacto de las nuevas tecnologías y el poder de las redes para el oficio y luchaba para que los jóvenes las entendieran como una herramienta y no olvidaran que el periodismo tiene un mandato que no puede distraerse.

Como todos los periodistas intensos hablaba sin cansancio de la profesión y seguía la prensa de todo el mundo. Sus análisis internacionales eran leídos con respeto por su agudeza y caudal de información. Leer, leer, leer... era el primer consejo a sus estudiantes. El descuido del idioma le parecía un defecto imperdonable y exigía a sus alumnos y colegas el respeto debido a su herramienta fundamental de trabajo.

(Durante una velada criticó ácidamente el modelo del periódico gratuito, como éste que hoy acoge una despedida. Después, en privado, me acompañó a la puerta, y en voz baja: “Inés, no va en serio... Es que los gratuitos de calidad se han quedado con los lectores y con el mercado y a los de pago nos duele.”)

IAizpun@diariolibre.com

Inés Aizpún