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Cómo Freddy Ginebra inventó a “FreddyGinebra”

Freddy recibió un premio especial la noche del Soberano. Una excusa para recordar este prólogo a uno de sus libros de Celebrando la Vida:

“Que nadie se equivoque con el libro que tiene entre manos. Que no se deje confundir por la amabilidad inocente de las ilustraciones de Sandoval, o por el tono juguetón con que Freddy escribe algunas de las vivencias que comparte. Este es un libro muy serio porque trata de explicar la vida.

Celebrando la vida, desde su principio, ha tenido la vocación de ser una novela coral sobre la ciudad de Santo Domingo. Una novela por entregas, al modo de los antiguos folletines. Los personajes (reales, imaginados o directamente inventados) salen y entran de sus páginas con la misión dirigida de hablar sobre cómo somos, cambiamos, vivimos, gozamos y sufrimos en esta ciudad incómoda y amable, sucia y verde, que es Santo Domingo: arisca pero solidaria y terriblemente humana y caótica.

Freddy se empeña en escribir columnas y luego recopilarlas para que no se dispersen. Y eso está bien. Pero Freddy debería dedicarse a entrevistar; es uno de los mejores entrevistadores que podríamos tener el placer de leer si no fuera tan vago para transcribir las cintas. (Hay que buscar una solución a ese problema.)

Su secreto es doble. Primero, le gusta la gente, y establece inmediatamente empatía con personas de todos los tamaños, edades, colores y formas. Segundo, la vida le despierta una curiosidad infinita, por eso tiene preguntas para todos, miles de preguntas a las que intenta dar salida y respuesta según quién tenga delante.

Y algo de estos dos elementos termina en sus columnas de Estilos, esa tribuna que Beatriz le construyó para que pueda hablar con todo el mundo. Es casi seguro que no todo lo que cuenta es verdad. Pero podría serlo.

Freddy Ginebra habla de él mismo a través de todos los seres humanos que protagonizan las columnas. En realidad esos compañeros de viaje son una excusa para preguntarse constantemente sobre los grandes misterios de los hombres. Sobre el amor y las dudas de la fe. Sobre Dios y la infancia perdida o recobrada. Sobre la solidaridad y la pobreza. Sobre la música y el arte. Sobre la ciudad y el mundo, sobre otras ciudades. Sobre la sabiduría de los que envejecen con inteligencia y sobre la simpatía que despiertan los jóvenes que todavía quieren cambiar el mundo. Sobre el pasado, sobre el futuro.

Escribir sobre la vida es mostrarse desnudo ante los demás. Si son sus asiduos lectores (y lo son) podrán tener una idea bastante aproximada de cómo es la vida de Freddy Ginebra. Quiénes son sus amigos y por qué le gustan, cuándo perdió a los que ya se fueron. Y a quién añora, qué hecho le produjo un cambio interno, qué piensa de la política, del medio ambiente. Cómo es su familia: que más que extendida... está desparramada por muchos lugares.

Le gustan los ancianos, los perros, los niños, los embajadores, los parques, las condecoraciones, las señoras presumidas, los pobres y los ricos, siempre que sean llevaderos tanto unos como otros. Conecta exactamente igual de bien con un obispo que con un ateo. Probablemente sabe que los dos tienen razón. Le gustan los músicos, cuanto más malditos mejor, los artistas que empiezan y los que ya no le necesitan. Y le gustaría mandar a tomar viento fresco a unos cuantos impertinentes... lo que hará, probablemente cuando cumpla 80. Todo depende de cómo ande su agenda.

Si le lee habitualmente, sabrá cómo era el Santo Domingo que le vio crecer, el Santo Domingo que ha intentado construir, el Santo Domingo que no verá aunque mucho esfuerzo hace para que el Alcalde le escuche. Ama el mar, disfrazarse, viajar, el silencio, viajar, las juergas, viajar, las tertulias, viajar, pedir dinero. Viajar. Le hacen gracia los enamorados y siente ternura por los solitarios. Admira a las señoras mayores porque le parecen un compendio de sabiduría y nada de la juventud le sorprende porque entiende que es como debe ser: incauta.

Seguiré leyendo sus columnas, a ver si logro captar algunos detalles que me faltan por confirmar: sospecho que Freddy quiere creer en Dios, que es una forma de creer en Dios tan válida como la original. Intuyo que, aunque está siempre atento a la gente que le rodea, siempre la mira desde lejos. No es tan alegre como parece, aunque sí sea feliz. ¿O es todo lo contrario?

No es cierto que ser feliz sea una decisión, como se empeñan los libros de autoayuda. Pero sí es una decisión no hacer infelices a los demás, y eso sí es algo que Freddy Ginebra decidió hace mucho tiempo.

Freddy Ginebra está inventando, con Celebrando la Vida, un nuevo género: la vidografía, que es la biografía de la vida que le ha tocado vivir, la de todos los que han vivido con él las experiencias que le han hecho ser como es. Nada que ver con unas Memorias, que probablemente no podrá escribir nunca para no escandalizar a la gente que más quiere. Ha necesitado un nuevo género que le permitiera contar la vida mezclando lo que fue con lo que será con lo que debió haber sido, si le hubieran preguntado antes.

Y se ha inventado a “FreddyGinebra”, (se pronuncia “todojunto”) esa persona sin la que Santo Domingo, la ciudad en la que se desarrolla esta novela por entregas, no sería como es. Hay muchas facetas de Santo Domingo que son impensables sin el trabajo y la presencia de 50 años de este enamorado de la vida en su ciudad.

Freddy construye su vida en torno a lo que le parece que merece la pena ser vivido. Nuestro autor nunca dirá “me hubiera gusta dedicar más tiempo a esto o a lo otro”. Tiene ese extraño poder. Se inventó un Freddy que parece tener el poder de estirar el tiempo para que le quepa mucha gente, muchos cuentos, muchas vidas.

Quizá tenga razón... quizá siempre hay tiempo para ir por la vida celebrando.”

Santo Domingo, 17 de marzo de 2012