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Corrupción
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Dilema y burla de la pobreza

El asqueante espectáculo de la entrega de cajas con alimentos a los más pobres y desvalidos se ha convertido en un bumerán para el Gobierno y los partidos que reiteran esta práctica.

El desorden ha desnudado, no sólo las cifras que tanto cacarea el Gobierno, sino también la insensibilidad de los políticos que recurren en esta práctica deleznable.

¡Qué dilema el de la pobreza! ¡Tener que aceptar la burla de hacer colas por horas para que te irrespeten, te tomen una fotografía para utilizarte en los medios y te dejen en la misma miseria!

Y lo peor es que el pobre, ingenuo y humilde como es, se va agradecido del “gesto” del político, el mismo que ha sido incapaz de sacarlo de su condición, a pesar de la corrupción y el despilfarro de sus administraciones.

Si se le pregunta a un político sobre la justificación de esas prácticas aberrantes, te lanza un articulado discurso sobre las necesidades humanas, para terminar con un “usted sabe cómo son esas gentes”, donde va contenido todo el desprecio y la insensibilidad que justifica el oprobio.

Y en el desorden, el pobre que no tocó del reparto, se va conforme a su casa, pues fue “su culpa” y su “falta de diligencia y esfuerzo” lo que impidió que saliera premiado en esa ruleta rusa perversa, para terminar justificando al “generoso” político que “se acordó de nosotros”.

Si no existiera justificación alguna para terminar con esta práctica abyecta y con todos los “barrilitos” y “cofrecitos” que en el mundo han sido, bastaría con presenciar el espectáculo horrendo de la “repartidera de canastas” para que este método de hacer política desapareciera de la faz de la Tierra.

atejada@diariolibre.com

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