El candado...

Imposible no pensar hoy en las familias que fueron realojadas en el proyecto La Nueva Barquita. Y no es que se haya encontrado la solución a la pobreza o que no habrá miles de familias damnificadas por Irma. Tampoco que sea razonable pensar que se puede multiplicar el presupuesto infinitamente... Pero el esfuerzo que se hizo entonces y el que se prepara en Domingo Savio tienen una trascendencia social y humanitaria que en estos momentos, en medio del huracán, se entiende en toda su dimensión. La pobreza no es una elección. Pero sí es elección de las autoridades no resolver algunos problemas cuando se están gestando o ya son obvios y están a la vista de todos. Como “el barrio” que se ha construido sobre desechos en el cauce del río Nagua o como los terrenos “ganados al agua” que se ven recorriendo en bote el Ozama. La autoridad tiene que hacer cumplir las leyes sobre dónde se puede o no construir. Dilatar, atrasar la toma de decisiones es de hecho una decisión que raramente funciona. ¿Se confunde con la prudencia? Nunca en estos casos.

La planificación, urbanización, ocupación del territorio, usos de suelo, la titulación... demuestran claramente el desarrollo social y económico de un país. Pero también la calidad de sus instituciones, de su gobernanza. De los intereses de sus administradores.

Tendemos a pensar en el poder asociándolo a la presidencia y/o los más altos cargos de la administración pública. Pero el poder de los alcaldes, de las autoridades municipales, es fundamental para determinar la forma y la calidad de vida de sus vecinos.

¿Algún día se evitará realmente la construcción en las zonas no aptas para hacerlo? Hay países más pobres que lo han logrado. Es cuestión de decisión política.

IAizpun@diariolibre.com

Inés Aizpún