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El dilema de la clase dominante

Aunque parezca una verdad de perogrullo, es importante repetir que para la teoría de las élites la verdadera lucha por el poder se da dentro de la clase gobernante. Esa clase gobernante controla los procesos, aprueba las leyes que le convienen y dispone de los recursos para imponer los candidatos.

Por supuesto, esto no quiere decir que siempre “papeleta mata a menudo”, porque existen coyunturas, 1978, por ejemplo, en la cual el cansancio de las mayorías terminó con un régimen de fuerza, desgastado en su apoyo político, o que ya no servía eficientemente a la clase gobernante.

Está demostrado en materia de cambio o reforma que la clase dominante solo apoya el cambio si anticipa que con él logrará mayores ganancias que las que le ofrece el statu quo. Por eso, cada vez que la minoría gobernante mejora o es reemplazada por otra de mejor calidad, la sociedad avanza, sea política, social o económicamente. Por el contrario, si la clase dominante cae en la decadencia sin que ninguna otra minoría proponga una solución más adecuada para los problemas, el resultado será el estancamiento o la desintegración.

La pregunta que hoy tienen que hacerse los dominicanos es si el emporio político-empresarial creado por el Partido de la Liberación Dominicana está lo suficientemente desgastado, o lo suficientemente dividido para ser desalojado del poder por “otra minoría”, o si ésta tiene suficientes ideas nuevas y la capacidad de crear nuevos acuerdos sociales para garantizar “mayores ganancias” que el statu quo.

Ese es el dilema de estos tiempos.

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