El jurista... el maestro...

Estudié con los libros que editó para el bachillerato. Luego fui su alumno en la universidad y ya graduado, pasé a trabajar a su oficina, para luego acompañarle como profesor en la universidad. Siempre fue mi amigo y consejero.

En esencia, más que abogado brillante, que lo era, fue siempre un maestro, como pueden atestiguar decenas de miles de abogados y notarios de todo el país.

No he conocido a nadie más estudioso que él, ni más enamorado de la vida que le quitó destrezas físicas para devolvérselas por montones en el intelecto. Acucioso como él solo y serio como el que más, era sin embargo, el mejor tercio en una reunión de amigos.

Fue juez recto, profesor extraordinario y político que llevaba la seriedad en el pecho. Como buen padre, levantó una familia ejemplar que sigue sus pasos.

Nadie debatía como él en los estrados judiciales. Pude ver a decenas de abogados curtidos acudir a la sala donde litigaba para aprender de su verbo, de su conocimiento del derecho, de su oratoria fresca y siempre rica en matices y, sobre todo, de su extraordinaria pasión por la causa que defendía y por la vigencia de la Justicia.

Lo conocí muy bien y puedo responder por su bondad a toda prueba, hasta de los pecados de que le acusan, que los tuvo como ser humano que fue.

Devoto como el que más, su obra en el Movimiento de Cursillos lo señala como un hombre digno de la admiración y el respeto de sus conciudadanos.

Por eso, hoy el país rinde homenaje al Dr. Rafael Ricardo Artagnan Pérez Méndez, el jurista... el maestro...

Adriano Miguel Tejada