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El problema del populismo impositivo

Era Tayllerand el que decía que “las bayonetas sirven para todo, menos para sentarse sobre ellas”. Parafraseando al diplomático francés se podría decir que los impuestos sirven para todo, menos para jugar con ellos.

La democracia dominicana, pero particularmente la versión peledeista de ella, ha jugado mucho al populismo con los impuestos y por eso está metido en los graves líos de hoy.

Primero, olvidó el principio básico de que todo el mundo debe pagar impuestos directos. Aunque sea un centavo, todo el mundo debe sentirse comprometido a apoyar el sistema político con sus contribuciones. Por eso, el pecado mayor en las democracias establecidas es el tratar de burlar a las autoridades impositivas. Hasta Al Capone cayó por eso y no por sus otros conocidos crímenes.

Segundo, quiso tapar la brecha de sus crecientes gastos con impuestos indirectos, porque no se ha atrevido a meterle el diente a los sectores que lo pueden adversar.

Al crear una sociedad en que los de abajo “no pagan” y a los de arriba “no se les puede cobrar”, tiene que apelar a buscar el dinero de otra manera. De ahí los empréstitos y a depender de las importaciones de carros, armas, lo que sea, para financiarse.

Todo eso tiene un serio problema: los empréstitos hay que pagarlos y se vuelven una espiral, y el “daño colateral” de las importaciones es que le facilitas el bienestar de un automóvil a alguien que apenas puede pagar la gasolina. De ahí la frustración y la protesta.

El Gobierno tiene que perder el miedo. Una reforma fiscal justa es la solución. Es antes de que llegue la crisis o será peor.

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