Emergencia y sistemas sanitarios débiles
El mundo ya no es ancho y nada de lo que ocurra en él nos es ajeno, pues mientras a Cristóbal Colón le tomó casi dos meses y medio llegar de España al Caribe, a un virus cualquiera le bastan un par de horas en avión para convertirse en una pandemia.
De ahí la importancia de tener sistemas de salud bien preparados para enfrentar los peligros crecientes que imponen a las naciones las constantes mutaciones de virus y bacterias que producen enfermedades para las cuales no existen vacunas a mano y los antibióticos se muestran impotentes.
Las naciones desarrolladas cuentan con las facilidades de laboratorios, los recursos de investigación y los sistemas hospitalarios especializados, que les permiten combatir con mayor eficacia estos ataques, a veces creados por el hombre al manipular, con fines científicos, muchas sustancias o virus.
Por eso está más que justificada la emergencia internacional declarada por la Organización Mundial de la Salud, pues como dijo su director “declaramos esta alerta no por lo que está ocurriendo dentro de China sino por la situación en otros países, y porque (el coronavirus) podría extenderse a lugares con sistemas sanitarios más débiles”. Y ahí entramos nosotros al ruedo.
Nadie puede negar que tenemos un sistema de salud sumamente débil, no solo en cuanto a la infraestructura hospitalaria, sino particularmente por la escasa educación en salud que tiene nuestra población y la poca medicina preventiva que se hace.
Ojalá esta emergencia nos haga enfocarnos en lo realmente importante: evitar que muera nuestra gente.