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Cámara de Cuentas
Cámara de Cuentas

En la inopia

En octubre, hace apenas cinco meses, el presidente de la Cámara de Cuentas, Hugo Álvarez Pérez, achacaba a la falta de recursos la lentitud en entregar las auditorías que se requerían sobre el caso Odebrecht.

Al anunciarse ahora el aumento de los sueldos que se han auto otorgado sus altos directivos, vuelven las dudas sobre la integridad y eficacia del organismo. ¿De qué sirve tener una institución que no prioriza la misión para la que existe?

Odebrecht no es una anécdota, no es una indelicadeza, no es un caso cualquiera de corrupción. Su escala es internacional, su volumen de dinero escandaloso, la estructura organizativa que requirió es de manual de mafia. Sus consecuencias para la estabilidad política de todo el continente, alarmantes.

Y aquí, no solo sentimos que está todo en un limbo, sino que vemos que uno de los eslabones de la investigación, la Cámara de Cuentas que debe entregar unas auditorías... está en la inopia.

La falta de institucionalidad de la que tanto y tan a menudo se habla es eso: no hacer el trabajo para el que se crearon las instituciones. Supeditarse a otros intereses y actuar por acción o por omisión en contra de las necesidades de la sociedad. Del país.

Quizá los miembros de la Cámara de Cuentas deberían cobrar sueldos más altos. O más bajos. O los que cobran. Esa no es la discusión, ni es el problema. Pero si sus auditorías llegan tarde o llegan mal cobran excesivamente. Si los órganos de control, como el Congreso, el aparato judicial, los órganos reguladores y supervisores de cada sector no hacen su trabajo con escrupulosa diligencia... no hay desarrollo social posible.

IAizpun@diariolibre.com

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