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En un Uber...

El estudio sociológico que se podía desarrollar escuchando las conversaciones en un carro público también debe adaptarse a los nuevos tiempos. Las sociedades cambian y un Uber es ahora un buen punto para entender cómo.

Primer punto a tener en cuenta: ya no llamamos chofer al quien nos guía, es un conductor.

Y ¿quién contrata más los servicios de esta aplicación? Las mujeres. Explican sus conductores, que a su juicio se dan dos razones: primero, hay más hombres que mujeres con vehículo propio. Y segundo, son las mujeres las que prefieren huir de la tensión del tapón y de un tráfico absurdamente caótico y pesado. Pero no menos importante es un tercer factor: la seguridad. Ellas huyen de dar vueltas de noche buscando un parqueo o de regresar solas a casa después de una salida.

Más. En el Distrito Nacional los pasajeros prefieren pagar con tarjeta de crédito. En los barrios y en la provincia de Santo Domingo, se prefiere el efectivo. A los conductores les es indiferente. Ellos cobran los martes, cuando la compañía les deposita el pago, después de cuadrar atendiendo el efectivo cobrado.

¿Da para vivir? Sí, es mejor que el modelo anterior de taxi. Aunque no evita en todos los casos el pluriempleo, esa distorsión endémica de la economía dominicana. Un conductor explica que abre su barbería antes de tirarse al tráfico. Otro cierra la noche en un establecimiento de comida rápida.

Del concho al taxi y del taxi al Uber pasando por el Metro y el Teleférico. La movilidad urbana sigue siendo un manual para leer cómo vivimos. Y somos como vivimos.

IAizpun@diariolibre.com