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La clase media ansiada

No es fácil compartir el optimismo presidencial. Los problemas que obvió su discurso son estructurales y transversales. Sin solucionarlos, muchos de los esfuerzos explicados no llegarán a asentarse.

¿El objetivo es conseguir un país de clase media? Totalmente de acuerdo. Una clase media fuerte caracteriza a los países desarrollados, es la que garantiza una sociedad más justa. Una clase media fuerte empuja hacia arriba a los desfavorecidos y frena el abuso de los poderosos.

Pero aquí la clase media no está viviendo sus mejores épocas. Dificultades para ahorrar, para crear empresa, para sostener el pequeño negocio, para encontrar un buen empleo con un sueldo que permita la realización personal. No importa a qué edad.

La clase media no vive ahora mejor que hace unos años. No se trata de que tenga más tarjetas de crédito. Es un estrato económico, pero también social y cultural. Quizá el gobierno cuente como clase media la que salió en estos últimos meses de la pobreza, pero esa es otra clase media. Una con riesgo muy alto de recaer. Una que necesita todavía el subsidio y que sin él no camina sola.

La corrupción, y por tanto la credibilidad de la Justicia, es el gran problema. El endeudamiento, es un gran problema. Corrupción y endeudamiento atacan directamente la sostenibilidad de cualquier proyecto económico y social de escala nacional.

La competitividad y la baja productividad deberían ser también temas de agenda oficial. El clientelismo y el peso del Estado en todos los órdenes de la vida (por sobrepresencia o por omisión) también son pistas de que ese país de la clase media con el que todos soñamos está aún muy lejos. Si no se atacan las causas y solo se tapan las consecuencias, los problemas no desaparecen...

IAizpun@diariolibre.com

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