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La diferencia entre ilegal y clandestina

Estados Unidos, años 20. La Ley Seca obliga a ingeniárselas para beber alcohol. Es ilegal y los bares para hacerlo están escondidos detrás de una lavandería, en un callejón oscuro, a las afueras de la ciudad... Y muy a menudo llegan los hombres de azul y se arma el tiroteo. O llega el gánster del barrio que trafica el whisky del proveedor rival y se arma otro tiroteo más. Aquí la palabra clave es clandestino. Se llamaron speakeasies, eran centros de diversión ilegales... y eran clandestinos.

No ocurre lo mismo con las bancas ilegales en nuestro país. Están a la vista de todos, en establecimientos públicos y a menudo con letrero comercial bien visible.

Hacienda no puede con ellas, se lamenta periódicamente y eso es lo inexplicable. Hacienda sabe cuántas son, luego las ha contado y por lo tanto sabe dónde están. Sabe que muchas pertenecen al mismo dueño de otras bancas legales, luego sabe a quién reclamar y dónde presionar. Lo sabe todo precisamente porque son ilegales pero no son clandestinas.

El dinero que el Estado deja de recibir porque estas bancas son una vía de evasión obvia (con horario de apertura y cierre, centro de amena reunión del barrio) y un revelador espejo de la sociedad que construimos. La permisividad hacia el delito y las pocas ganas de solucionar problemas viejos y obvios encuentran en las bancas ilegales un ejemplo perfecto.

Hace ya un tiempo que el Gobierno no habla de reforma fiscal. No faltará mucho para que un organismo internacional le recuerde que “debe” subir los impuestos. Podría empezar por combatir la evasión. Esas bancas son ilegales pero hay que cerrar los ojos para no verlas.

IAizpun@diariolibre.com

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